No hay nada que me fastide más que me líen a la hora de comer. Desde que asumí el nuevo puesto, mi jefe se salió por "soleares" con una nueva moda, tan absurda como molesta: celebrar las coordinaciones de responsables de departamento a la "sacro-santa" hora del mediodía, con una especie de reunión "brunch" (desayuno-comida-merienda "to junto" vaya) en la que se intercambia información interdepartamental, se planifican actividades conjuntas y se toman unos aperitivos variados de esos que si picas mucho quedas como una vaca glotona delante de la plana mayor de tu empresa, y si picas poco pasas muchísima hambre y luego te pasas la tarde subiéndote por las paredes.
De hecho el tema de la comida en mi caso ya suele ser polémico. Aquí casi todos los empleados comemos en la empresa, el menú diario es parte de la retribución salarial y quien más quien menos lo aprovecha. Disponemos de una horita para relajarnos mientras tomamos el almuerzo, que suele ser un riquísimo y sano menú. Pero el hecho de que el espacio donde se realiza tal actividad esté anexo a mi oficina hace que más de un día la hora de distensión se reduzca en mi caso a treinta minutos. Así que lo que está bien por un lado (te ahorras la comida y la gasolina del desplazamiento a casa) acaba siendo una trampa muy maquiavélica por otro, por H o por B siempre termino currando más horas.
Si además a todo esto le añadimos una vez por mes una de estas reuniones, en las que no desconectas a mediodía y además no comes un plato decente, ahí yo ya me pongo de mala leche, y con razón.
Primero porque casi todos llegan tarde, claro como los pobres van tan liados (yo no, que me rasco la panza todo el día, que conste en acta) tienen el derecho inalienable de la impuntualidad, y a los demás, ¡que nos den! Así que hasta las dos y veinte por lo menos no estamos al completo en la sala de reuniones, cosa que por cierto pone además de muy mal talante al "superjefe" y todos sabemos que eso no es bueno.
Segundo porque ante mí ya aparecen sembradas en vistosos y sugerentes platitos las coquetas viandas que hasta dentro de por lo menos una hora no podré echarme al buche, y los olorcillos se acercan de un modo tan tentador que los minutos siguientes se convierten en insoportables, de hecho creo que eso en Guantanamo es una modalidad de tortura, lo que evidentemente tampoco es nada bueno, al menos para mí.
Y tercero con todo lo engorrosa que resulta la situación normalmente me cuesta prestar la atención necesaria a la reunión, y por eso me suelo perder en las nubes durante las exposiciones (bueno en las nubes no, pero repasando la lista de la compra o mirando el horroroso conjunto que se ha puesto la compañera de la derecha pues sí), y muchas veces se me pasan cosas importantes que luego me repercuten en el trabajo, lo que desde luego para nada es algo bueno.
Conclusión: Las reuniones "brunch" son una mierdecilla (perdonad la expresión) y lo son por la sencilla razón de que la hora de la comida es sagrada y con eso no se juega, releches!!!
De hecho el tema de la comida en mi caso ya suele ser polémico. Aquí casi todos los empleados comemos en la empresa, el menú diario es parte de la retribución salarial y quien más quien menos lo aprovecha. Disponemos de una horita para relajarnos mientras tomamos el almuerzo, que suele ser un riquísimo y sano menú. Pero el hecho de que el espacio donde se realiza tal actividad esté anexo a mi oficina hace que más de un día la hora de distensión se reduzca en mi caso a treinta minutos. Así que lo que está bien por un lado (te ahorras la comida y la gasolina del desplazamiento a casa) acaba siendo una trampa muy maquiavélica por otro, por H o por B siempre termino currando más horas.
Si además a todo esto le añadimos una vez por mes una de estas reuniones, en las que no desconectas a mediodía y además no comes un plato decente, ahí yo ya me pongo de mala leche, y con razón.
Primero porque casi todos llegan tarde, claro como los pobres van tan liados (yo no, que me rasco la panza todo el día, que conste en acta) tienen el derecho inalienable de la impuntualidad, y a los demás, ¡que nos den! Así que hasta las dos y veinte por lo menos no estamos al completo en la sala de reuniones, cosa que por cierto pone además de muy mal talante al "superjefe" y todos sabemos que eso no es bueno.
Segundo porque ante mí ya aparecen sembradas en vistosos y sugerentes platitos las coquetas viandas que hasta dentro de por lo menos una hora no podré echarme al buche, y los olorcillos se acercan de un modo tan tentador que los minutos siguientes se convierten en insoportables, de hecho creo que eso en Guantanamo es una modalidad de tortura, lo que evidentemente tampoco es nada bueno, al menos para mí.
Y tercero con todo lo engorrosa que resulta la situación normalmente me cuesta prestar la atención necesaria a la reunión, y por eso me suelo perder en las nubes durante las exposiciones (bueno en las nubes no, pero repasando la lista de la compra o mirando el horroroso conjunto que se ha puesto la compañera de la derecha pues sí), y muchas veces se me pasan cosas importantes que luego me repercuten en el trabajo, lo que desde luego para nada es algo bueno.
Conclusión: Las reuniones "brunch" son una mierdecilla (perdonad la expresión) y lo son por la sencilla razón de que la hora de la comida es sagrada y con eso no se juega, releches!!!
Comentarios
Yo cuando tengo comida de trabajo siempre suelo boicotear cualquier intento de hablar del curro. Hay que ser ordenados, joer. Mezclar trabajo con cualquier otra cosa suele ser nefasto. Bueno, los ligues con compis no cuentan, aunque también..
Mi idea seria del comentario sería que las empresas deberían darnos siempre un mínimo de 30 minutos para almorzar, pero yo siempre prefiero "escaparme" por ahí, aunque sea a tomar un pincho o un minibocata; pero desconectar del curro, que si no, te pueden fastidiar el día, como a ti hoy.
Salud!
Una de las cosas que odio más de mi jefe es que me lleve a comer. Al principio ibamos a comer juntos, pero acabábamos hablando de trabajo, y yo tomando nota. Al final no disfruto de nada. No se que coño me ha pedido y no me he podido evadir ni un minuto de las preocupaciones, al revés acabo con más.
Lo peor es cuando me dí cuenta de que, como sabe que disfruto comiendo, si me tiene que endiñar un marrón, me llevaba a comer de lujo. Peor que la suegra, manipulado por el estómago. Ja, ja.
Si, esa horita es sacrosanta, y con las cosas de comer no se juega.
Yo soy de los afortunados que pueden ir a comer a casa. Eso es impagable.
Juan: Yo como siempre en el trabajo y la conversación laboral está absolutamente prohibida, pero claro cuando es una reunión-comida ahí ya no hay tu tía y eso me fastidia un montón, como dices bien, te pone el día patas arriba!!!
Elbé: Shhhhh prométeme que no se lo contarás a mis padres...
Adolfo: Qué estrategias más bajas las de tu jefe xddd!!!
Zar: No si yo podría comer en casa pero tengo una hora solo para hacerlo, por lo que tendría que ir tipo bólido, y claro encima como me pagan el menú pues tambien es tonteria, me ahorro 12 km en gasoil y la comida...
Amante: Calla calla xddd!!!
besitos
A mi, por mi trabajo, me toca siempre comer en casa, pero de vez en cuando se presenta algún representante y me invita a comer para soltar la charla mas agusto. dependiendo de quien sea, me quedo o no!!! ja ja ja. Un beso.
Y no termino aquí... porque cuando has cargado el tenedor para disfrutar esa maravillosa suela de filete de ternera... PIIII!! "Paritorio urgente"... y te subes con la naranja para poder engañar al cuerpo "No digas que hoy no has comido nada que huele a naranja por todas partes..."
Menos mal que son solo 4 o 6 al mes... El resto de nuestra vida es más normal, aunque de vez en cuando también nos "comemos algún brunch".
Besos
No si tienes razón mucha tonteria hay por ahí y eso que yo trabajo en una ONL, imagínate!!
Mae: Qué pillina, ya veo por donde vas, jajaja!!!
Roi Piñeiro: Bienvenido a mi blog, lo de los médicos ya es otro cantar, mi tío lo es y sé bien lo duras que son las guardias, a veces nos cuenta cada historia increíble. Saludos!!!
Lo que pasa es que siempre hay quien te cae mejor que otro. Besos.