Nunca me he sentido atraída por las relaciones esporádicas. Me gusta tomarme mi tiempo y adquirir el conocimiento suficiente y necesario para valorar si lo que tengo delante vale la pena. Siempre he sido práctica y tremendamente realista, no creo en los flechazos, puede que en un primer momento sienta un ligero feeling pero después mi corazón me pide investigar, deshojar la margarita, quitar las capas a la cebolla y ver el interior. Me gusta ir poco a poco. Soy así para casi todo y las prisas o las presiones me agobian y me hacen huir despavorida. Pero como en todo, siempre hay una excepción que confirma la regla. Las navidades de 2004 fueron mis últimas navidades felices, suena contundente pero es así. Una de las razones es que fueron las últimas que compartí con mi abuelo, y su marcha cambió muchas cosas, demasiadas, de ahí que nada haya sido igual desde entonces. Pero no quiero hablar de él ahora ni tampoco de los motivos que han hecho que desde entonces tiemble cada vez que se anuncia que ya es Navidad en el Corte Inglés. Hoy quiero hablar de la otra razón de mi dicha en aquellos entrañables días de diciembre. De mi particular y corto "affair to remember", como la deliciosa peli de Cary Grant y Deborah Kerr. Tenía vacaciones desde Nochebuena hasta Reyes y mi marido no. Así que decidí pasar aquellos días como había hecho en muchas otras ocasiones en el pueblo, en casa de mis padres. Él se reuniría conmigo durante el fin de semana y los días de fiesta. La primera noche nada más llegar mi madre me comunicó la buena nueva de que durante aquellos días íbamos a tener un invitado en casa. Yo me quedé sorprendida porque sabía que a mi madre no le gustaba tener este tipo de visitas y menos en fechas como las que nos encontrábamos en las que andaba más atareada que de costumbre, así que no acabé de creerme la historia demasiado. Estábamos cenando cuando sonó el timbre. Mi hermana se levantó a contestar por el interfono y al instante volvió a entrar a la cocina anunciándonos sonriente la llegada de nuestro nuevo huésped. La cosa iba en serio me dije a mí misma aún con cierto grado de incredulidad. Bajamos todos a la puerta principal de la casa y entonces detrás de M, una amiga de mi hermana, apareció ante mis ojos una cosita preciosa, tímida, pero tremendamente encantadora. Era Pech, una perrita que debíamos cuidar mientras su dueña se iba de vacaciones por dos semanas a Marruecos, justo las mismos días que yo iba a permanecer en la casa familiar. Fue un flechazo absoluto, mi primer y último flechazo desde luego. La adoré desde el instante en que la vi. Nunca había sentido algo tan repentino y fuerte al mismo tiempo. Fue inexplicable. Pasamos unos días realmente buenos. Mi hermana al ver que yo estaba tan a gusto con nuestra nueva inquilina se relajó en su cuidado y me cedió el honor de ocuparme de ella. Cada día yo le dedicaba gustosa mi tiempo vacacional, le daba de comer, la sacaba a dar largos paseos por la vera del río (a ella le encantaba juguetear cerca de la orilla a pesar de que el agua estaba casi congelada), me preocupaba de que no entrara en el jardín de mi madre para que mi progenitora no se pusiese furiosa con los regalitos que mi nueva amiga dejaba escondidos en sus preciados parterres, le preparaba cada noche la confortable camita que le adecuamos en el garaje, en definitiva la trataba como a una reina (y eso que soy republicana). Pero es que se lo merecía todo porque ella no escatimaba tampoco conmigo en atenciones. Desde el primer momento ella también sintió buenas vibraciones conmigo y fui correspondida con dosis iguales de amistad y cariño. La despedida fue muy dura, de hecho durante mucho tiempo seguimos viéndonos esporádicamente y cada encuentro era explosivo, la alegría nos inundaba a ambas. Pero al año siguiente su dueña falleció en un desgraciado accidente y jamás volví a saber nada de Pech.
Esté donde esté puede estar segura que jamás la olvidaré, espero que ella tampoco, fue desde luego un "affair to remember".
Esté donde esté puede estar segura que jamás la olvidaré, espero que ella tampoco, fue desde luego un "affair to remember".
Comentarios
besitos
estos dichosos perritos. Es que los jodíos se hacen querer...
(no tengo ganas de que llegue la Navidad. Tengo demasiado vacío ahora mismo para poder disfrutar de esas fiestas).
Besos guapa.
Mae: Pues sí en 15 días tuve un "affair" terrible con ella!!!
En cuanto a la Navidad a mí cada vez me resulta más dolorosa... te comprendo...
Dexter: Ya he arreglado tu entuerto, por cierto no he visto esa versión de la que hablas tendré que hacerlo, besitos!!!
Duna: ¿Cómo que relatos de pasiones? Ya te daré a ti relatos de pasiones de quiosco, que yo no escribo eso, xddd, o al menos no es mi intención, qué horror!!! En cualquier caso me alegra haberte sorprendido, tú siempre me desconciertas con tus textos, ya lo sabes pillina...
Besotes!!!
Besos y gracias!
Sí la verdad es que mis relatos últimos han sido un tanto pasionales, supongo que porque los escribí en determinados momentos en los que necesitaba que afloraran esos sentimientos fuera de mí, escribir a veces se me hace tan imprescindible como respirar, y más desde que tengo la suerte de tener este blog y pertenecer a este mundillo tan genial en el que habéis tenido el buen gesto de dejarme pasar. Últimamente ando más bien nostálgica y de ahí que me de por recordar historias como la de Pech, que es preciosa!!!
Gracias a ti corazón!!!
Yo soy un poco "Diesel", pero de los de antes, de arrancar frío y poco a poco ir acelerando. Como un tractorcito, sin prisa pero sin pausa.
Pero a veces te tienes que dejar llevar. A veces el flechazo existe. Y lo has narrado tan bien.
Yo he tenido varios flechazos en mi vida. Mi mujer, una amiga de ahora, un amigo de infancia, la primera chica que me gustó, ...y otros.
Y no me arrepiento de ninguno. Aunque algunos me han dejado recuerdos ...vamos a dejarlos en nostálgicos.
Salut a tots.
Besotes!!!