Aquel viernes Marta tuvo los nervios a flor de piel todo el día. Un cosquilleo intermitente y molesto en la boca del estómago le indicaba que por fin el sábado le iba a conocer personalmente. Dos años habían transcurrido desde que su tío Javier le había facilitado el teléfono de David, uno de sus mejores amigos de su época estudiantil, experto en Econometría y profesor de dicha asignatura en una prestigiosa universidad. Ella necesitaba ayuda para un trabajo de la facultad y aquella mano que le ofrecían le caía como agua de mayo. La colaboración duró unos cuatro meses aproximadamente, tiempo más que suficiente para que paralelamente surgiese una buena amistad entre ellos. Marta acabó el trabajo con éxito en el plazo esperado y obtuvo una brillante nota. Pero siguió maileando y charlando ocasionalmente con su valioso asesor durante mucho tiempo después. David era además de una persona extremadamente inteligente, un hombre muy divertido, con un gran sentido del humor, casi rozando lo gamberro y sinvergüenza, aspectos que contrastaban con el puesto que ocupaba y con el modo en que solía mostrarse en la vida profesional, según lo que le había contado su tío Javier, también era tremendamente sensible a todo aquello por lo que ella tenía particular interés: desde el deporte y la naturaleza, pasando por la literatura, la música o el cine, la afinidad que destapó en él era más que significativa y no se resumía únicamente en lo propiamente académico. Él inició el coqueteo con atrevidas insinuaciones a las que Marta no había hecho demasiado caso en un primer momento, dada la condición del profesor de hombre casado y con dos hijos, a la propia con pareja estable desde hacía cuatro años y planes serios de futuro, y a la importante diferencia de edad, veinte años. Pero poco a poco ella misma se sintió atrapada por aquella extraña relación y a medida que fue pasando el tiempo fue accediendo al flirteo descarado con el que le iba obsequiando aquel atrayente extraño. Anhelaba los momentos del día en los que a escondidas hablaban por el móvil o por la mensajería instantánea, abría ansiosa los mails que de él recibía con asiduidad, su felicidad parecía depender directamente del tiempo que le iba robando a él sin que el resto del mundo se enterara. Ella mantuvo en secreto aquella historia, sobre todo porque jamás se perdonaría que su tío supiera lo que ocurría entre David y ella, y tampoco sería demasiado aconsejable que Raúl, su novio, lo descubriera. Intentaba aclarar sus sentimientos, pero a medida que pasaban las semanas, éstos eran más complejos y dificiles de resolver por lo que su sufrimiento interno era cada vez más agónico. Se planteaba la posibilidad de dejarle pero sencillamente no podía, su adicción a aquel hombre era más fuerte que su voluntad y las posibilidades de un futuro con él totalmente nulas, él jamás abandonaría a su família, ella lo sabía pero su subconsciente no le permitía creerlo, aún así finalmente decidió romper con su novio para no seguir engañándole. La excusa expuesta ante el desencajado muchacho fue que ella ya no sentía nada por él, pero aquello no era bien cierto, Marta seguía queriéndole pero no podía ocultarse más a si misma que amaba de un modo especial, ciertamente más intenso y pasional, al sugestivo profesor, y fiel a sus patéticos principios tomó el camino más tortuoso. Ella no habló a David sobre la ruptura. Habían quedado que él vendría a verla un fin de semana y pensó que sería mejor contárselo en persona y ver qué reacción tenía. Aquella noche de viernes había quedado con unos amigos para ir a tomar unas copas y despejarse un poco del lío mental que tenía en su cabeza, pero mientras se estaba arreglando su móvil sonó. Era una llamada de su tío Javier, ella descolgó:
- Hola tío, ¿cómo va todo? Cuanto tiempo sin hablarnos.
- Sí querida, me alegra mucho oir tu voz, me dijo tu madre que el nuevo trabajo te va bien pero que Raúl y tú habéis roto.
- Sí bueno, ya te contaré.
- De acuerdo, sólo quería llamarte para decirte que mañana viene David a verme, se quedará todo el fin de semana en casa, por fin podréis conoceros en persona. Podrías venirte mañana a cenar con nosotros.
Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la joven. Estaba desconcertada, dañada, hecha trizas…. David había tomado la decisión, lo que iba a ser un magnífico fin de semana romántico para dos amantes desesperados por verse, una oportunidad de estar por primera vez juntos de verdad, una luz que iluminaría su futuro, sí es que hubo alguno en toda aquella aventura, se había convertido en una simple visita a un viejo amigo y a su sobrina. Marta había apostado y había perdido. Tal vez su inocente juventud le había gastado una mala pasada. Se sentía estúpida y ridícula en aquel momento. En cualquier caso aquellas palabras le habían abierto los ojos a la realidad.
- No sé… - Respondío con la voz quebrada. - Mañana te lo confirmo. Gracias por llamar tío.
- De acuerdo ya me dirás algo, a David seguro que le alegra poder verte.
- Buenas noches.- Cortó la joven a la que se le habían borrado las ganas de hablar.
- Adios.- Se despidió su interlocutor.
Marta puso una excusa al día siguiente para no acudir a la cena y jamás volvió a querer saber nada de aquel profesor de Econometría que le había partido el corazón, no respondió más a sus insistentes mensajes ni a sus constantes llamadas posteriores. Durante mucho tiempo sólo conservó una herida que cicatrizó con los años y que finalmente se endureció. No volvió tampoco a ver a Raúl, él se sintió muy dolido por la forma con que Marta le había dejado y ella jamás pudo pedirle una segunda oportunidad. Superado todo aquello cuando tiempo después ocasionalmente le venía a la memoria aquella historia se preguntaba cuál habría sido el desenlace si ésta hubiera sucedido con la madurez alcanzada a través de la experiencia, pero la vuelta atrás era imposible y el recuerdo de David cada vez más borroso y menos cruel. El desconcierto de Marta por fin se había esfumado.
- Hola tío, ¿cómo va todo? Cuanto tiempo sin hablarnos.
- Sí querida, me alegra mucho oir tu voz, me dijo tu madre que el nuevo trabajo te va bien pero que Raúl y tú habéis roto.
- Sí bueno, ya te contaré.
- De acuerdo, sólo quería llamarte para decirte que mañana viene David a verme, se quedará todo el fin de semana en casa, por fin podréis conoceros en persona. Podrías venirte mañana a cenar con nosotros.
Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la joven. Estaba desconcertada, dañada, hecha trizas…. David había tomado la decisión, lo que iba a ser un magnífico fin de semana romántico para dos amantes desesperados por verse, una oportunidad de estar por primera vez juntos de verdad, una luz que iluminaría su futuro, sí es que hubo alguno en toda aquella aventura, se había convertido en una simple visita a un viejo amigo y a su sobrina. Marta había apostado y había perdido. Tal vez su inocente juventud le había gastado una mala pasada. Se sentía estúpida y ridícula en aquel momento. En cualquier caso aquellas palabras le habían abierto los ojos a la realidad.
- No sé… - Respondío con la voz quebrada. - Mañana te lo confirmo. Gracias por llamar tío.
- De acuerdo ya me dirás algo, a David seguro que le alegra poder verte.
- Buenas noches.- Cortó la joven a la que se le habían borrado las ganas de hablar.
- Adios.- Se despidió su interlocutor.
Marta puso una excusa al día siguiente para no acudir a la cena y jamás volvió a querer saber nada de aquel profesor de Econometría que le había partido el corazón, no respondió más a sus insistentes mensajes ni a sus constantes llamadas posteriores. Durante mucho tiempo sólo conservó una herida que cicatrizó con los años y que finalmente se endureció. No volvió tampoco a ver a Raúl, él se sintió muy dolido por la forma con que Marta le había dejado y ella jamás pudo pedirle una segunda oportunidad. Superado todo aquello cuando tiempo después ocasionalmente le venía a la memoria aquella historia se preguntaba cuál habría sido el desenlace si ésta hubiera sucedido con la madurez alcanzada a través de la experiencia, pero la vuelta atrás era imposible y el recuerdo de David cada vez más borroso y menos cruel. El desconcierto de Marta por fin se había esfumado.
Comentarios
que lo desconcietos siempre se esfumen
se pierdan
se olviden
¿Dónde está esa Marta? me gustaría cruzarme con ella alguna vez.
Salud!
besos para marta y un abrazo para tí
Salud!!
Pi: Pues sí, creo que es innato al ser humano, la búsqueda premeditada o no de la complicación... Me alegra volver a tenerte por aquí husmeando, ya lo sabes.
Juan: Marta no existe, es un personaje de ficción creado para este relato, pero en ella hay pedazos de mí, así que ahora mismo te estás cruzando con un pedacito de ella, no?
Harry: Definitivamente es una victoria porque el tal David no le convenía para nada a Marta, gracias por los besos y los abrazos en la parte que me toca. Besos para ti también!
En cuanto a David, ella creía que no dejaría a su mujer y sus hijos, pero puede que sólo necesitará alguna esperanza real por aprte de ella para atreverse a cortar lazos. Después de todo, las ataduras de un matrimonio y los hijos es más 'difícil' de romper que una relación estable de ni siquiera convivencia...
Creo que Marta no ha sido justa con David.
Saludos!
PD. Por cierto espero que este martes sea mejor que los anteriores....