Quedamos en la puerta del FNAC, no podía ser otro lugar. No hicieron falta indicaciones. Me viste. Te ví. Tú habías memorizado mi imagen mucho tiempo antes, yo ya te tenía grabado en mi mente y en mi corazón. Me sentí como en casa al escuchar tu voz, ese timbre cálido y amable que me reconfortaba y que resonaba en mi cabeza constantemente desde hacía ya un tiempo, y tu sonreíste al comprobar que la mía tenía la misma tesitura que tantas veces habías escuchado ya en el pasado, más en tu presente, puede que también en el futuro. Era esa voz. Dos besos. Un tímido abrazo. El momento más azul de nuestras vidas comenzaba a fraguarse. Y caminamos juntos. Rozaste mi mano. Me estremecí. Entramos en la tienda y yo te sorprendí con mi obsesiva fijación por la zona tecnológica. Tú fuíste mi guía en el aquel laberinto de libros. Siempre tan espontáneo, cautivándome con tus palabras, tus guiños, tus bromas, tu forma deliciosa de enamorarme, cada vez más intenso. Reímos, charlamos, no dejamos de mirarnos, queríamos pellizcarnos y comprobar que no nos encontrábamos ante un sueño, que por fin aquello era algo real, estábamos juntos. Salimos a la calle y tomamos rumbo hacia la izquierda, dirección Plaza España. Nos sentamos en una cafetería. Pedimos un par de cafés y seguimos hablando. Había poco tiempo y tanto qué decir. ¿Cómo podíamos parar los minutos? ¿Qué podíamos hacer para lograrlo? Más bien poco, sólo aprovechar los instantes de los que disponíamos, dejarnos llevar y seguir tejiendo con esmero, pasión y ganas aquel regalo que se nos había entregado en forma de día más intenso de nuestras vidas en las siguientes horas. Los dos sabíamos que después de aquello, tal vez no habría nada, o más, o quizás sólo quedaría poner voz, imagen e historia a nuestro secreto más especial, ese secreto azul, azul intenso.
Te hablo de unas coordenadas. Te hablo de un punto en el mundo. En la tierra. Un punto de inflexión en mi vida. En tu vida. En la nuestra. Y un día de abril por la tarde dimos el paso. Ahora ya no hay marcha atrás. Hace 12 años que mi corazón late más fuerte de lo normal. A veces lo hace a un ritmo pausado pero cuando te siento mi pulso se acelera y ya no hay marcha atrás. No había sido mujer de flirteos jamás. De hecho creo que no sé flirtear. Y me ha desconcertado siempre que alguien intente flirtear conmigo. Pero recuerdo cuando tú empezaste a hacerlo conmigo tan directamente, en aquel entorno virtual que ahora me parece lejano y confuso. Tocaste mi fibra sensible hablándome de lo que sabes que me apasiona, el cine. Y quise huir. Me resistí. Sabía que no estaba bien. Pero qué es lo bueno y lo malo? Cómo puede ser malo algo que te hace sentir feliz? La distancia fue una bendición para salvar el peligro que suponía sentirme tan atraída por ti. Una vez nos acercamos...
Comentarios
Dexter: Bufff si hubiera un FNAC en mi ciudad ya estaría arruinada, es mi debilidad esa tienda...