El problema es el "conceto".

El "conceto" es el "conceto", ya lo decían en la famosa escena de ese intento de hacer cine llamado AIRBAG que enlazo más abajo, que debo confesar me hizo partir la caja en su momento y que curiosamente también versaba acerca de una despedida de soltero. Punto pelota. No hagáis comentarios. Absteneos por favor. Todos tenemos un pasado. Y yo tengo el mío por supuesto. Corramos un tupido velo.
Pues bien os preguntaréis a qué viene esta gilipollez, es sencillo, viene a cuento porque hoy me he percatado de mi verdadero problema con las despedidas de soltera. A mí no me gustan las bodas, pero si hay algo peor que una boda eso es una despedida de soltera. Y no me entusiasman empezando por su "conceto", sí por el mismísimo "conceto". ¿Despedida de qué? De las fiestas, de las juergas, de poder irte por ahí con tus amigas cuando te apetezca, ayyyys no por favor! Si antes de casarte tienes que decir adiós a todo eso más vale que no te cases. Porque un matrimonio en el que se coharten las libertades es un matrimonio condenado a la infelicidad, que no implica ruptura, porque los hay que deciden ser infelices para siempre, pero la verdad es que en cuanto uno nota que su pareja empieza a cortarle las alas, la cosa va mal, vaya la cosa prácticamente cae en picado, ¿o no? Es pura física. Así que no le pillo la gracia al fiestón que se corren algun@s en vísperas de su boda, como si les fuera la vida en ello. ¿Qué pasa que uno cuando se va al altar se mete en la cárcel? ¿Se va directamente al paredón de fusilamiento? Malamente, malamente, si empezamos así ya, vamos muy mal. Luego nos extraña el aumento alarmante de los divorcios en nuestro país. Es de cajón.
En fin que el "conceto" no me cuadra, pero no es sólo eso. ¿Acaso hay algo más ridículo que una panda de adultos babeando ante un/una stripper? ¿Acaso hay algo más patético que un grupito de post adolescentes en plena efervescencia hormonal haciendo el gilipollas con pañales encima de los vaqueros y una muñeca hinchable en el bar de copas de moda al que acuden habitualmente los sábados con sus camisas Burberry? ¿Acaso hay a algo más freaky que un novia disfrazada con una banda que ponga MISS CACHONDA DEL AÑO, con una corona que sujeta una polla gigante, bebiendo calimocho de un biberón que tiene también forma de pollón, con un liguero rojo adornando su muslo y seguida de veinte histéricas beodas que no paran de pitar gracias a un curioso instrumento musical, por decirlo de algún modo, en forma, como no, de miembro viril masculino en el bar de copas antes mentado? Pues no, no hay nada peor que eso. Las despedidas de solteras son tan casposas y retrógadas que las leyes debería tomar medidas al respecto. Penas de cárcel tendrían que establecerse para fechorías de esta calaña, ¡por el amor de Dios!
En fin Serafín, que como os debéis estar imaginando a Aru efectivamente la han invitado a una despedida de soltera, sí, y Aru va a ir. Y ahora seguro que ya no comprendéis nada de nada. Pues os desvelaré el misterio por supuesto.
Yo no acudía a este tipo de fiestas, era algo que estaba en contra de mis principios más fundamentales. Iba a casarme y dejé bien claro que no quería que me organizaran uno de esos circos. Así que cuando mi amiga P. instigó la fiesta sorpresa casi la mato. Fue una prueba de fuego para nuestra duradera y enraigada amistad. Superado eso creo que ya podemos superar lo que nos echen. En este fregado otras amigas se compincharon con ella y sus nombres quedaron grabados a fuego en mi mente. Juré venganza. Perjuré que una a una irían cayendo, se casarían y alguien, o yo misma, les organizaría una despedida de soltera, y yo estaría allí, de cuerpo presente, para vengarme, V de Vendetta grité aquella noche para mis adentros. Como no, disfruté de mi despedida, ya que estamos no vamos a hacerle ascos al asunto, que una cuando se pone se pone y lucí la mejor de mis sonrisas. Pero desde aquel día me ocupé de ser cruel y malvada a la hora de colaborar en el atrezzo de mis amigas en su "bye bye" particular a la soltería. Metí baza para que las despedidas fueran los más inolvidables posibles y hasta el día de hoy no he cesado en mi empeño.
La cuestión es que vuelvo a estar en capilla de uno de esos eventos, de hecho a mediados de agosto si no pasa nada y si no se cambia la fecha por enésima vez acuidiré a una de esas despedidas de soltería, y hoy pensándolo me he percatado de que realmente las sigo odiando y que si hay algún motivo para que acuda es el de la venganza pura y dura, sí, esa que siempre se sirve en frío. En cuanto todas las componentes de mi lista la hayan catado, ya no volveré a participar en algo así. Cuestión de principios, o de finales, como diría el amigo Juan Cosaco. Os dejo pues con la escena del "conceto", analizadlo...