Ayer descubrimos la biblioteca de la ciudad en la que ahora vivimos. Está relativamente lejos de casa y de momento no nos habíamos acercado aún porque siempre me ha gustado comprarle cuentos a mi hijo, porque yo de toda la vida fui muy de tener mis propios libros, aunque en mis años de lectora compulsiva acudía también al préstamo bibliotecario o de amigos para saciar mi sed lectora, y la verdad es que hasta ahora no se me había ocurrido ir. Así que cuando ayer tarde de Sant Jordi paseando por la ciudad para ver el ambiente nos plantamos en la puerta de la biblioteca, que por ser un día especial para la lectura estaba muy concurrida, tuve una grata sorpresa. Y mi hijo no os quiero contar la cara de alucine al ver tantos cuentos juntos. Las instalaciones son muy buenas y los espacios habilitados para que los más pequeños de la casa se familiaricen con la lectura son fantásticos. Pasamos un rato muy agradable escogiendo cuentos y leyendo. Sin duda repetiremos y a lo mejor incluso nos animamos a empezar a pedir prestado alguno para casa.
Te hablo de unas coordenadas. Te hablo de un punto en el mundo. En la tierra. Un punto de inflexión en mi vida. En tu vida. En la nuestra. Y un día de abril por la tarde dimos el paso. Ahora ya no hay marcha atrás. Hace 12 años que mi corazón late más fuerte de lo normal. A veces lo hace a un ritmo pausado pero cuando te siento mi pulso se acelera y ya no hay marcha atrás. No había sido mujer de flirteos jamás. De hecho creo que no sé flirtear. Y me ha desconcertado siempre que alguien intente flirtear conmigo. Pero recuerdo cuando tú empezaste a hacerlo conmigo tan directamente, en aquel entorno virtual que ahora me parece lejano y confuso. Tocaste mi fibra sensible hablándome de lo que sabes que me apasiona, el cine. Y quise huir. Me resistí. Sabía que no estaba bien. Pero qué es lo bueno y lo malo? Cómo puede ser malo algo que te hace sentir feliz? La distancia fue una bendición para salvar el peligro que suponía sentirme tan atraída por ti. Una vez nos acercamos...
Comentarios