Me cuesta escribir porque tal y como están las cosas es complicado ponerse en plan positivo y como no quiero que este blog parezca el muro de las lamentaciones, me prohibo a mi misma postear sobre algunas de las etiquetas que normalmente me inspiran más entradas.
Podría hablar de la actualidad pero es que ya tenemos bastante suplicio al leer la prensa, escuchar la radio o ver las noticias, por no hablar de nuestros timeline de twitter. Así que nada comentaré sobre temas candentes como el nuevo dato del PIB, la reforma laboral o las protestas estudiantiles.
Podría hablar de televisión, de hecho, últimamente mi afición seriéfila es de las pocas cosas que me regala alegrías en mi rutina diaria, pero ya he escrito bastante sobre este tema en las últimas semanas así que reservaremos el cartucho para próximos y esperados estrenos como "Touch", "Homeland" o nuevas entregas de "Game of Thrones" y "Mad Men".
Os debo varios post de cocina pero para eso necesito fotos ilustrantes que ahora no dispongo así que espero en breve poder iluminar vuestros menús diarios.
De cine no puedo hablar teniendo en cuenta que por no ir ya no puedo ir ni a las infantiles, porque mi peque tiene miedo casi siempre así es tirar los euracos de la entrada ir para salir a los 20 minutos de haber empezado la proyección.
De lugares me encantaría hablaros pero ahora viajar viajo nada, salvo subir a mi pueblo que no lo cuento como viaje claro, y es que con la crisis que hay me ha entrado una neura por ahorrar que sólo gasto lo esencial e imprescindible así que cualquier escapada por breve que sea me parece un lujo innecesario, hasta me estoy planteando si hacer el viajecito de pro de verano este año y todo, no os digo más... quien me ha visto y quien me ve aisss!!!
El resto de etiquetas son residuales así que me planto en las dos más grandes que tengo, personal y faceta maternal. En ambos puntos estoy en un momento complejo porque sigo viendo como mi sueño de ser madre de nuevo no llega y no tiene visos de llegar tampoco. De mi peque sí que os puedo contar mil historias babeantes sin fin pero es que entonces dejaría esto hecho unos ascos, jeje!!!
Así que voy a sacar un tema que siempre puede parecer frívolo pero que no lo es para nada. Gracias a este post genial me ha venido a la mente un cuestión: el cambio que los hijos suponen a la vida sexual de una pareja. Y como no he hecho ningún estudio de lo que le pasa a la media de las parejas españolas, ni europeas, ni chinas ni ná, hoy os contaré mi experiencia personal, experiencia que ya he contado en ocasiones a mis amigas y que curiosamente sorprende casi siempre. Lo contaré porque ya estoy harta de ser la rara en este aspecto y quiero que alguien me diga que le ha pasado lo mismo que a mí, o al menos que conoce algún caso, aunque sea de alguna vecina vamos. Es para consolarme. Soy así de tonta.
Después de mi periplo para embarazarme que no contaré porque ya he explicado millones de veces me pasé nueve meses de vómitos, nauseas y malestares varios que cortaron por completo mis anhelos amatorios e hicieron que mi vida sexual fuera igual a cero. Mi socio que tenía miedo de hacer daño al bebé con el coito, al parecer les pasa a muchos hombres, no se quejó y así llegamos al momento de dar a luz. Mis amigas flipan cuando les digo que viví nueve meses de abstinencia, pero es que no se queda ahí la cosa.
Una bonita episotomía con puntos muy lucidos estilo patchwork fueron los responsables de alargar la cuarentena más allá de los teóricos cuarenta días, digamos que más bien fueron 180 los días que transcurrieron tras el parto, o sea seis meses, para que yo me armara de valor e intentara tener sexo de nuevo. Por eso cuando hoy una amiga me contaba que ya se ha puesto con el temita directamente al superar la cuarentena he alucinado, vamos que yo ni de coña me habría visto con ánimos entonces.
Así que la abstinencia no duró nueve meses sino más bien quince mesecitos que no es moco de pavo.
A mí dar pecho, y no sé si soy la única a la que le ha pasado, me cortaba las ganas de sexo un montón, y mi lactancia materna duró 15 meses (ahora que lo pienso muy poco tiempo si repito maternidad trataré de que sea más tiempo sin duda), si a eso le sumamos que notaba dolor en la cicatriz en cada penetración pues como podéis imaginar lo de enrollarme con mi marido era algo que iba pasando a segundo plano. Si también tenemos en cuenta que con un bebé es más complicado encontrar el momento por el cansancio, la inoportunidad de sus despertares, etc etc. podría afirmar sin riesgo a equivocarme que pasé los dos primeros años de la vida de mi retoño con una vida sexual más bien parca.
Fue a partir de entonces cuando poco a poco retomamos cierta normalidad, y digo cierta, porque el hecho de que se acabaran al poco tiempo las siestas de nuestro nene, nuestro momento favorito para los acercamientos íntimos, y también el hecho de que él era más mayor y ya se entera más de todo (el factor sorpresa aumenta), frenó bastante la libido vamos. En cualquier caso ahora la predisposición es mayor, y claro eso sumado al fin claro y preciso de aumentar la familia, pues la mejora. En cualquier caso el sexo no volvió a ser lo mismo. Eso sí las posturas del kamasutra de papas que nos mostraba Isabel en su blog las hemos practicado al completo jaja!!!
Así que voy a sacar un tema que siempre puede parecer frívolo pero que no lo es para nada. Gracias a este post genial me ha venido a la mente un cuestión: el cambio que los hijos suponen a la vida sexual de una pareja. Y como no he hecho ningún estudio de lo que le pasa a la media de las parejas españolas, ni europeas, ni chinas ni ná, hoy os contaré mi experiencia personal, experiencia que ya he contado en ocasiones a mis amigas y que curiosamente sorprende casi siempre. Lo contaré porque ya estoy harta de ser la rara en este aspecto y quiero que alguien me diga que le ha pasado lo mismo que a mí, o al menos que conoce algún caso, aunque sea de alguna vecina vamos. Es para consolarme. Soy así de tonta.
Después de mi periplo para embarazarme que no contaré porque ya he explicado millones de veces me pasé nueve meses de vómitos, nauseas y malestares varios que cortaron por completo mis anhelos amatorios e hicieron que mi vida sexual fuera igual a cero. Mi socio que tenía miedo de hacer daño al bebé con el coito, al parecer les pasa a muchos hombres, no se quejó y así llegamos al momento de dar a luz. Mis amigas flipan cuando les digo que viví nueve meses de abstinencia, pero es que no se queda ahí la cosa.
Una bonita episotomía con puntos muy lucidos estilo patchwork fueron los responsables de alargar la cuarentena más allá de los teóricos cuarenta días, digamos que más bien fueron 180 los días que transcurrieron tras el parto, o sea seis meses, para que yo me armara de valor e intentara tener sexo de nuevo. Por eso cuando hoy una amiga me contaba que ya se ha puesto con el temita directamente al superar la cuarentena he alucinado, vamos que yo ni de coña me habría visto con ánimos entonces.
Así que la abstinencia no duró nueve meses sino más bien quince mesecitos que no es moco de pavo.
A mí dar pecho, y no sé si soy la única a la que le ha pasado, me cortaba las ganas de sexo un montón, y mi lactancia materna duró 15 meses (ahora que lo pienso muy poco tiempo si repito maternidad trataré de que sea más tiempo sin duda), si a eso le sumamos que notaba dolor en la cicatriz en cada penetración pues como podéis imaginar lo de enrollarme con mi marido era algo que iba pasando a segundo plano. Si también tenemos en cuenta que con un bebé es más complicado encontrar el momento por el cansancio, la inoportunidad de sus despertares, etc etc. podría afirmar sin riesgo a equivocarme que pasé los dos primeros años de la vida de mi retoño con una vida sexual más bien parca.
Fue a partir de entonces cuando poco a poco retomamos cierta normalidad, y digo cierta, porque el hecho de que se acabaran al poco tiempo las siestas de nuestro nene, nuestro momento favorito para los acercamientos íntimos, y también el hecho de que él era más mayor y ya se entera más de todo (el factor sorpresa aumenta), frenó bastante la libido vamos. En cualquier caso ahora la predisposición es mayor, y claro eso sumado al fin claro y preciso de aumentar la familia, pues la mejora. En cualquier caso el sexo no volvió a ser lo mismo. Eso sí las posturas del kamasutra de papas que nos mostraba Isabel en su blog las hemos practicado al completo jaja!!!
Comentarios
He dado el pecho durante muchos meses y lo sí es verdad es que el pecho era para los lactantes.
Ahora he recuperado las caricias en los pechos y vuelvo a estar como las locas.
Además hay que renovarse en posturas, horarios (el cansancio es de los peores enemigos), juguetes...
¿Por qué no empiezas por mandarle algún mensaje sugerente al móvil o al correo...? No tiene porqué ser demasiado evidente, sólo un poquito fuera de lo normal, que le dé qué pensar.
Tb. puedes probar (que a mí me encanta y empecé a hacerlo después de muchas amenazas no cumplidad) a despertarlo en mitad de la noche, o más bien cerca del amanecer ... y lo que hagas ya no te lo voy a decir yo!!!
Anímate tú y verás cómo se contagia.
La mente juega un papel fundamental.
Saludos y suerte,
Pero en lo de la cuarentena, hay muchísimas mujeres que sin duda estarán de acuerdo contigo. A nosotro tras el primer parto, que fue duro y con una episotomía de aúpa me costó un montón. Pero mis amigas desde luego, mis amigas nos decían que se llama cuarentena no de cuarenta días, sino ¡de cuarenta semanas! Vamos, que todas nos decían que costaba... Luego con mi segundo parto que fue mucho mejor, también la zona se quedó mejor y la vida sexual también se recuperó mejor... O sea, que no creo que seas rara con lo de la cuarentena. Y, desde luego que después de tener hijos, tu vida cambia un montón. Ya no eres tan libre de elegir ni el momento, ni el lugar, y si a eso le sumas el cansancio, claro que el ritmo baja. De todos modos, si vosotros estais ambos a gusto así, no te compares con nadie, porque las parejas son distintas. Y, por cierto, tampoco te creas todo lo que te cuentan, que la gente "se tira muchos faroles" y ya sabes, el sexo en este país es como el parchís: se comen una y cuentan veinte.