Hace unos cuantos días me gustó descubrir en algunos posts de la blogsfera maternal que sigo listas de cosas que los padres aprendemos con esta faceta de nuestra vida tan emocionante y sorprendente. De todo yo destacaría que al ser madre he aprendido otra forma de amar, distinta, desde luego, más generosa, más "peliculera" diría, contra viento y marea, vamos. El modo en que se ama a un hijo es tan intenso y tan diferente a cualquier otra clase de amor que no hay modo de explicarlo. Al menos yo no sé hacerlo.
Pero hay algo más de lo que hoy me gustaría hablar, y tal vez sea algo menos "confesable" o menos políticamente correcto. Con la maternidad mi estado de ánimo es más inestable. Sí, esto no cuadra con la imagen publicitaria de la madre amorosa y segura que nos vende la papilla de cereales, no. Pero es que en mi caso esa imagen está muy alejada de la realidad. Veamos yo a los veintipocos no tenía claro esto de querer ser madre ni formar una familia. Más bien lo veía como algo lejano y ajeno a mí. Después me di cuenta que la persona de la que estaba enamorada sería un gran padre, que podríamos formar una familia juntos, otro futuro se dibujó ante mí. Pasó bastante tiempo hasta que realmente aquello que se llama instinto maternal llamara a mi puerta. Y al fín sucedió el milagro. Las incertidumbres, los miedos, todo se arremolinó ante mí. Pero como todos supongo a base de prueba-ensayo-error fui aprendiendo. Ahora sé que he cometido fallos, pero también aciertos, aunque la confianza y la inseguridad, las rachas de ánimo y de desánimo, se van sucediendo en mi vida y a veces tengo la sensación de que ésta es una montaña rusa por la que me cuesta circular y mucho. Creo que a todos los que conocemos la paternidad no es familiar esta sensación pero a mí no puede dejar de abrumarme y sorprenderme aún día a día. Y me imagino que esto será así ya para siempre...
Pero hay algo más de lo que hoy me gustaría hablar, y tal vez sea algo menos "confesable" o menos políticamente correcto. Con la maternidad mi estado de ánimo es más inestable. Sí, esto no cuadra con la imagen publicitaria de la madre amorosa y segura que nos vende la papilla de cereales, no. Pero es que en mi caso esa imagen está muy alejada de la realidad. Veamos yo a los veintipocos no tenía claro esto de querer ser madre ni formar una familia. Más bien lo veía como algo lejano y ajeno a mí. Después me di cuenta que la persona de la que estaba enamorada sería un gran padre, que podríamos formar una familia juntos, otro futuro se dibujó ante mí. Pasó bastante tiempo hasta que realmente aquello que se llama instinto maternal llamara a mi puerta. Y al fín sucedió el milagro. Las incertidumbres, los miedos, todo se arremolinó ante mí. Pero como todos supongo a base de prueba-ensayo-error fui aprendiendo. Ahora sé que he cometido fallos, pero también aciertos, aunque la confianza y la inseguridad, las rachas de ánimo y de desánimo, se van sucediendo en mi vida y a veces tengo la sensación de que ésta es una montaña rusa por la que me cuesta circular y mucho. Creo que a todos los que conocemos la paternidad no es familiar esta sensación pero a mí no puede dejar de abrumarme y sorprenderme aún día a día. Y me imagino que esto será así ya para siempre...
Comentarios
K bonita reflexión y cuanta razón, pero sabes k, la vida es a sí y la maternidad tmb.
Un saludin y buen finde :)
Impenitente, los que convivis con montañas rusas deberéis hacer un congreso o algo así para compartir experiencias, trucos o simplemente desahogaros un poco, :)
Virginia bienvenida a mi blog, pásate cuando quieras!
Creo que lo normal es dudar, plantearse distintas opciones, ver diferentes puntos de vista...
Y, por supuesto, la maternidad, una de las cosas más difíciles a las que nos enfrentamos, también te hace dudar, cuestionártelo todo y poner en duda cosas que antes tenías muy claras.
Belén, todas estamos igual, verdad?