Suena el despertador a la hora de siempre, ella se despereza unos minutos y se levanta por el lado izquierdo de la cama. Sus pies aún tebios rozan el suave parquet del suelo y se dirije disfrutando de aquella delicada sensación hacia la cocina para prepararse el desayuno. Piensa en su vida en París, un sueño realizado ya de ocho años. Una brillante carrera profesional, un círculo social de amigos envidiable y ese adorable y confortable ático en el Marais en el que ahora vive y que tanto le costó alquilar. ¿Qué más se puede pedir? Mira por la ventana los tejados parisinos y piensa en qué sí se puede pedir más egoístamente: alguien a su lado, alguien como Jorge. Ni Claude, ni Jean Paul, ni aquel inglés que le partió el corazón, David, habían sido capaces de cubrir sus expectativas, demasiado altas quizás, un listón imposible tal vez, Jorge era mucho Jorge, y nada sabía de él desde que vino a la ciudad de la luz. Con el tazón de café en la mano siente la tentación de buscar aquel viejo albúm en la libreria del salón. Lo hace y lo encuentra. Abre la página marcada y allí está aquella sonrisa que jamás olvidará en su última noche juntos. Aquella en la que ella le contó su intención de irse a la capital francesa y aceptar aquel puesto de trabajo en el Banco Nacional de París, y él no se opuso, no quiso, la quería tanto que no podía poner trabas a sus sueños, su alma se partió en dos pero no quiso estropear todo lo bueno que habían tenido. ¿Con quién compartiría ahora aquella sonrisa?
Suena el despertador a la hora de siempre, ella se despereza unos minutos y se levanta por el lado izquierdo de la cama. Sus pies aún tebios rozan el frío gres del suelo, rápidamente corrige la sensación calzándose las zapatillas y se dispone a dirigirse a la cocina para preparar el desayuno.
Acaricia su vientre, un vientre que ha crecido en los últimos cinco meses, está embarazada de su primer hijo, es su modo de darle los buenos días. Mira al otro lado y sonríe, su mirada se cruza con la de Jorge, su marido, él también se despereza y se dispone a levantarse. Piensa en su vida, es feliz, él está allí, junto a ella, es el hombre que siempre quiso tener, su alma gemela. Las cosas no les van mal, ambos tienen trabajos que les gustan, ahora van a agrandar la familia y su sueño de ser padres se cumplirá en breve. Con el tazón de café en la mano siente la necesidad de salir al salón y mirar aquella foto que cuelga ahora en la pared, ella junto a Jorge en París, con el Puente de Alejandro III y la Torre Eiffel de fondo en aquel viaje que realizaron tan sólo unos meses atrás. Un sueño de los dos, conocer la ciudad de la luz, uno de la mano del otro. Lo decidieron aquella noche, en que ella le contó a Jorge que no aceptaría ese trabajo en la ciudad del Sena, la misma noche que se prometieron que jamás nada les separaría. Y compartieron sonrisas.
Suena el despertador a la hora de siempre, ella se despereza unos minutos y se levanta por el lado izquierdo de la cama. Sus pies aún tebios rozan el frío gres del suelo, rápidamente corrige la sensación calzándose las zapatillas y se dispone a dirigirse a la cocina para preparar el desayuno.
Acaricia su vientre, un vientre que ha crecido en los últimos cinco meses, está embarazada de su primer hijo, es su modo de darle los buenos días. Mira al otro lado y sonríe, su mirada se cruza con la de Jorge, su marido, él también se despereza y se dispone a levantarse. Piensa en su vida, es feliz, él está allí, junto a ella, es el hombre que siempre quiso tener, su alma gemela. Las cosas no les van mal, ambos tienen trabajos que les gustan, ahora van a agrandar la familia y su sueño de ser padres se cumplirá en breve. Con el tazón de café en la mano siente la necesidad de salir al salón y mirar aquella foto que cuelga ahora en la pared, ella junto a Jorge en París, con el Puente de Alejandro III y la Torre Eiffel de fondo en aquel viaje que realizaron tan sólo unos meses atrás. Un sueño de los dos, conocer la ciudad de la luz, uno de la mano del otro. Lo decidieron aquella noche, en que ella le contó a Jorge que no aceptaría ese trabajo en la ciudad del Sena, la misma noche que se prometieron que jamás nada les separaría. Y compartieron sonrisas.
Comentarios
besitos
Un saludo.
Genial!
Un beso.
Un beso.
Besos cielo, tú te mereces eso y much o mas...
Mae: Eh! Que esa no es mi historia aunque tiene bocados de realidad... jeje!
Besos guapa.