¿Recordáis aquel escalofriante relato de Stephen King protagonizado por un payaso terrorífico que se llevó hace años a la gran pantalla y que se titulaba "It"? Pues más o menos ese aspecto tenía yo el pasado fin de semana. Y no fue por irme a una rave o alguna otra fiesta de esas modernas y despendoladas, no. El gripón del siglo me atacó y me dejó hecha un desastre total. Desde el viernes hasta el martes estuve encamada, con fiebres que llegaron a los 39º, delirios en los que no sabía si me había levantado al baño a mear o me había meado encima directamente, y falta total de apetito con vómitos intermitentes. Vamos un desacato a la autoridad. Eso sí he adelgazado 3 kiletes que nunca viene mal. A todo esto mi hijo estaba con un virus similar, aunque el pobre tras los chutes de Dalsy parecía que revivía o que le habíamos administrado alguna droga no legal y tenía sus subidones momentáneos.En fin un panorama terrible. Mi socio llegó tarde el viernes a casa, para variar, viva la conciliación familiar, y cuando entró por la puerta no echó a correr de milagro. Y es que no había para menos. Él tenía examen el sábado en la facultad, tenía previsto dar el último repasillo aquella noche, no esperaba tener que hacer de enfermero a dos bandas con su hijo y conmigo. Estuvo a la altura, se portó de maravilla y fue al examen con sueño, casi sin repasar, y con el virus pillado a medias. El resto de semana ya podéis imaginar como ha sido. Hemos ido a trancas y a barrancas. Pero es lo que toca. En fin que esto ha sido una prueba de amor y unidad familiar increíble. Qué potito, sino fuera porque lo he pasado fatal lloraría de emoción y todo!!!
Te hablo de unas coordenadas. Te hablo de un punto en el mundo. En la tierra. Un punto de inflexión en mi vida. En tu vida. En la nuestra. Y un día de abril por la tarde dimos el paso. Ahora ya no hay marcha atrás. Hace 12 años que mi corazón late más fuerte de lo normal. A veces lo hace a un ritmo pausado pero cuando te siento mi pulso se acelera y ya no hay marcha atrás. No había sido mujer de flirteos jamás. De hecho creo que no sé flirtear. Y me ha desconcertado siempre que alguien intente flirtear conmigo. Pero recuerdo cuando tú empezaste a hacerlo conmigo tan directamente, en aquel entorno virtual que ahora me parece lejano y confuso. Tocaste mi fibra sensible hablándome de lo que sabes que me apasiona, el cine. Y quise huir. Me resistí. Sabía que no estaba bien. Pero qué es lo bueno y lo malo? Cómo puede ser malo algo que te hace sentir feliz? La distancia fue una bendición para salvar el peligro que suponía sentirme tan atraída por ti. Una vez nos acercamos...
Comentarios
María, sí trabaja y estudia, todo, y con un peque en casa a ratos es de locos, pero bueno tú ya lo sabes bien.