Durante muchos años me he sentido fuera de lugar en muchas ocasiones. Creo que mi forma de ser no encaja en muchas situaciones y a veces ir tan a contracorriente de todo es cansado. Y no quiero parecer altanera y soberbia con este comentario, nada más lejos, soy cosa simple, más que un mueble de Ikea vamos.
De pequeña no me divertía mucho jugando a muñecas, ni poniéndome tacones, ni maquillaje, ya lo decía mi abuela, qué rarita es la nena, al tiempo que me miraba de soslayo y rebufaba. A mí lo que realmente me gustaba era jugar a crear mis propios cuentos con ilustraciones propias y "encuadernaciones" personalizadas. La de broncas que me llevé de mi padre por birlarle las grapas y los rotuladores. Aunque eso lo hacía en la soledad de mi hogar, y delante de mis amigas me acoplaba a sus juegos con cierto pesar y me las intentaba dar de guay, agotador la verdad.
En mi adolescencia empecé a ir a mi bola, mis gustos musicales, cinéfilos, incluso mi concepto de pasar un fin de semana divertido distaba en mucho de lo que gustaba a la mayoría. Es una fase complicada así que intentaba resolverlo buscando gente como yo, mis mejores amigos de la adolescencia, y algunos aún los mantengo, no fueron precisamente los más populares de la clase.
Después crecí y fui interiorizando mi manera de ser tan diferente. Ya me importaba poco que a los demás les gustase como soy. Era como era y era feliz cuando me mostraba tal cual. De hecho cuando conocí al que hoy es mi marido le dejé bien claro pronto de que Aru es tal cual, la tomas o la dejas. Ya podéis deducir que camino eligió.
Gracias a internet y al mundo bloggero me di cuenta de que no estoy tan sola, de que hay más personas como yo. Y grité "eureka". Aunque es una pena que la mayoría vivan tan lejos de mí.
A la hora de elegir estudios, me tiré por la economía, y vamos allí no encajaba ni de coña, todos tan pijos y tan estirados, definitivamente habría tenido que optar por alguna carrera informática, definitivamente con lo freaky que soy me hubiera integrado mejor. Con todo hice buenos amigos, algunos aún los conservo.
Después entré a trabajar en una empresa del sector social, a priori, un sector idóneo para mí, más alternativo y tal. Pero incluso aquí soy la rarita, la freaky, la diferente. Con casi cuarenta tacos, vamos cumpliré treinta y ocho en junio así que estoy más cerca del cuatro que de otra cosa, sigo siendo poco presumida, no sé lo que es usar cremas antiarrugas, me tiño el pelo porque tengo millones de canas, de hecho no empecé a teñirlo hasta que mi madre me dio un toque de atención sutil al respecto, siguen sin gustarme las películas románticas, no me gusta maquillarme, ni sé llevar taconazos, no me pinto las uñas, vamos que mi manicura consiste en cortarme las uñas y punto, porque no soporto llevarlas largas. No sufro leer bodrios tipo Cincuenta sombras de Grey y detesto que alguien pueda presumir por ser mujer objeto.
En fin que me aburren soberanamente las típicas conversaciones femeninas, y lo único que me pierde un poco es la ropa, sobre todo desde que, como confesé por estos lares, me he aficionado a Pinterest. Aún con todo soy plenamente consciente de que lo femenino en exceso no va conmigo. Para nada.
Si hasta mi hijo me preguntó el otro día por qué no me gustan las "cosas de chicas", atención, que tiene sólo cinco años.
Y aquí el osado lector, si alguno sigue ahí leyendo aún, se preguntará qué narices cuenta ésta ahora. Pues como tantas veces por aquí, me desahogo, nada más, porque en días como hoy me gustaría ser más estándar, más "normal", y no tener que sentirme a cada punto como el patito feo.
De pequeña no me divertía mucho jugando a muñecas, ni poniéndome tacones, ni maquillaje, ya lo decía mi abuela, qué rarita es la nena, al tiempo que me miraba de soslayo y rebufaba. A mí lo que realmente me gustaba era jugar a crear mis propios cuentos con ilustraciones propias y "encuadernaciones" personalizadas. La de broncas que me llevé de mi padre por birlarle las grapas y los rotuladores. Aunque eso lo hacía en la soledad de mi hogar, y delante de mis amigas me acoplaba a sus juegos con cierto pesar y me las intentaba dar de guay, agotador la verdad.
En mi adolescencia empecé a ir a mi bola, mis gustos musicales, cinéfilos, incluso mi concepto de pasar un fin de semana divertido distaba en mucho de lo que gustaba a la mayoría. Es una fase complicada así que intentaba resolverlo buscando gente como yo, mis mejores amigos de la adolescencia, y algunos aún los mantengo, no fueron precisamente los más populares de la clase.
Después crecí y fui interiorizando mi manera de ser tan diferente. Ya me importaba poco que a los demás les gustase como soy. Era como era y era feliz cuando me mostraba tal cual. De hecho cuando conocí al que hoy es mi marido le dejé bien claro pronto de que Aru es tal cual, la tomas o la dejas. Ya podéis deducir que camino eligió.
Gracias a internet y al mundo bloggero me di cuenta de que no estoy tan sola, de que hay más personas como yo. Y grité "eureka". Aunque es una pena que la mayoría vivan tan lejos de mí.
A la hora de elegir estudios, me tiré por la economía, y vamos allí no encajaba ni de coña, todos tan pijos y tan estirados, definitivamente habría tenido que optar por alguna carrera informática, definitivamente con lo freaky que soy me hubiera integrado mejor. Con todo hice buenos amigos, algunos aún los conservo.
Después entré a trabajar en una empresa del sector social, a priori, un sector idóneo para mí, más alternativo y tal. Pero incluso aquí soy la rarita, la freaky, la diferente. Con casi cuarenta tacos, vamos cumpliré treinta y ocho en junio así que estoy más cerca del cuatro que de otra cosa, sigo siendo poco presumida, no sé lo que es usar cremas antiarrugas, me tiño el pelo porque tengo millones de canas, de hecho no empecé a teñirlo hasta que mi madre me dio un toque de atención sutil al respecto, siguen sin gustarme las películas románticas, no me gusta maquillarme, ni sé llevar taconazos, no me pinto las uñas, vamos que mi manicura consiste en cortarme las uñas y punto, porque no soporto llevarlas largas. No sufro leer bodrios tipo Cincuenta sombras de Grey y detesto que alguien pueda presumir por ser mujer objeto.
En fin que me aburren soberanamente las típicas conversaciones femeninas, y lo único que me pierde un poco es la ropa, sobre todo desde que, como confesé por estos lares, me he aficionado a Pinterest. Aún con todo soy plenamente consciente de que lo femenino en exceso no va conmigo. Para nada.
Si hasta mi hijo me preguntó el otro día por qué no me gustan las "cosas de chicas", atención, que tiene sólo cinco años.
Y aquí el osado lector, si alguno sigue ahí leyendo aún, se preguntará qué narices cuenta ésta ahora. Pues como tantas veces por aquí, me desahogo, nada más, porque en días como hoy me gustaría ser más estándar, más "normal", y no tener que sentirme a cada punto como el patito feo.
Comentarios
Pero que grandes aportaciones nos ha ofrecido interneee ;)