El próximo viernes 29 de julio mi tesoro se despedirá de la guardería para siempre. Sí acaba esta etapa especial de su vida que si bien iniciamos con escepticismo, tanto por su parte como por la mía, hay que reconocer tiempo después que hemos sobrellevado de maravilla, y ahora al tener que decir adiós por mi parte se me parte el alma y no me cabe duda que por la suya también.
Hemos tenido la suerte estos dos cursos de contar con una profesora fantástica que ha adorado a mi hijo desde el primer día y a la que él ha idolatrado de igual modo.
La adaptación fue "relativamente" sencilla, lloró claro que lloró, separarse de su madre y de su padre es durísimo, y más cuando retrocedimos el segundo mes dado que se lo pasó casi entero en casa por culpa de todos los virus que campaban por allí y que decidieron atacarle en masa. Después de Navidad las enfermedades variadas parece que nos dieron un respiro y ahí se afianzó la relación peque-guarde. El verano pasado en agosto echó de menos a sus amigos y a su profe. Casi no parloteaba pero se lo notaba yo al preguntárselo. Y este último curso con los dos años cumplidos ha sido fantástico. Mi niño ha querido y se ha hecho querer. Y la evolución ha sido bestial. No en vano en cada evaluación su tutora me comentaba lo sociable y cariñoso que es con todo el mundo además de su rápido aprendizaje del entorno dada su curiosidad insaciable y su constante atención ante cualquier explicación. Palabras que a una madre ñoña como yo me emocionaron sobremanera.
En fin que mi niño crece, en septiembre empezaremos una nueva etapa, el colegio, y yo me sentiré feliz de poder estar allí, acompañarle y vivir con él otro momento especial aunque complicado, no me cabe duda. Sólo espero haber elegido igual de bien el colegio como elegí en su momento la guardería.
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