No soy precisamente tradicional, pero me considero una persona ciertamente tolerante y por ello respeto las tradiciones o al menos hago el esfuerzo. Pero de todas ellas, y ahora me refiero en concreto a las de nuestra "santa" patria, la taurina es la que más estupor me provoca.
Sin ir más lejos este fin de semana largo del Pilar asistí a un encierro. Se organiza desde hace tres años en mi pueblo por estas fechas y tiene una afluencia de público bestial. Yo no lo había visto nunca aún. Habitualmente estas actividades se realizan en la plaza de toros, pero en esta ocasión la plaza y dos calles adyacentes del casco antiguo se vallan y se convierten por unas horas en una improvisado coso. De noche embolan un toro y sacan un par de vaquillas y de día el espectáculo se limita a varias vaquillas y punto. El sábado un amigo que vive justo al lado de la plaza nos invitó a su casa para ver desde una posición privilegiada el evento en cuestión. Así que allá que nos fuimos. El plan no era el mejor para un sábado noche pero o elegía eso o me quedaba en casa. Opté por lo primero para estar con mi grupo de amigos que no podemos reunirnos tan habitualmente como deseamos. Todo estaba preparado, burladero en la puerta de la casa y un par de balcones hermosos para no perder detalle desde diversas perspectivas. Yo opté por el balcón evidentemente. Y empezó el "espectáculo". Un toro de tamaño mediano salió de un cajón enorme pegado a un poste de madera, desde esa posición los emboladores ataron al animal con una soga muy gruesa al poste para posteriormente teniéndolo ya fijado, aplicarle los artilugios de hierro que sujetan las bolas untadas de materia inflamable que arderan como antorchas de fuego durante el tiempo que dure la exhibición. Una vez las bolas prendieron se soltó al toro y éste corrió aturdido y asustado por todo el espacio habilitado a tal efecto. Los mozos se acercaban, lo provocaban con gestos y gritos y él andaba como alma en pena de un lado a otro embistiendo perdido sin saber qué hacer. De repente me fijé que en el suelo había unas grandes gotas de sangre. La nariz del toro emanaba el líquido rojo sin parar. La barbarie continuaba. Cerré los ojos y no pude seguir mirando. ¿Aquello era un fiesta? Cientos de personas regocijándose del sufrimiento de un inocente animal componían una escena que se me antojaba dantesca. Por fin tras casi una hora de horror cesó todo. Yo puede abrir los ojos. ¿Qué sentido tiene una tradición así? ¿Por qué seguir con ella? ¿Qué disfrute puede provocar? No lo comprendo y dudo que jamás lo logre comprender. A veces me cuestiono el hábito sin sentido de continuar haciendo las cosas simplemente porque se han hecho toda la vida. Es una lógica que no alcanza mi razón. Tal vez por eso en este país nos acaba costando tanto avanzar, porque siempre acabamos mirando de reojo nuestro pasado. Lo que ví el sábado era una tortura pura y dura, vestigios de un pasado que lamentablemente no deja de ser presente.
Sin ir más lejos este fin de semana largo del Pilar asistí a un encierro. Se organiza desde hace tres años en mi pueblo por estas fechas y tiene una afluencia de público bestial. Yo no lo había visto nunca aún. Habitualmente estas actividades se realizan en la plaza de toros, pero en esta ocasión la plaza y dos calles adyacentes del casco antiguo se vallan y se convierten por unas horas en una improvisado coso. De noche embolan un toro y sacan un par de vaquillas y de día el espectáculo se limita a varias vaquillas y punto. El sábado un amigo que vive justo al lado de la plaza nos invitó a su casa para ver desde una posición privilegiada el evento en cuestión. Así que allá que nos fuimos. El plan no era el mejor para un sábado noche pero o elegía eso o me quedaba en casa. Opté por lo primero para estar con mi grupo de amigos que no podemos reunirnos tan habitualmente como deseamos. Todo estaba preparado, burladero en la puerta de la casa y un par de balcones hermosos para no perder detalle desde diversas perspectivas. Yo opté por el balcón evidentemente. Y empezó el "espectáculo". Un toro de tamaño mediano salió de un cajón enorme pegado a un poste de madera, desde esa posición los emboladores ataron al animal con una soga muy gruesa al poste para posteriormente teniéndolo ya fijado, aplicarle los artilugios de hierro que sujetan las bolas untadas de materia inflamable que arderan como antorchas de fuego durante el tiempo que dure la exhibición. Una vez las bolas prendieron se soltó al toro y éste corrió aturdido y asustado por todo el espacio habilitado a tal efecto. Los mozos se acercaban, lo provocaban con gestos y gritos y él andaba como alma en pena de un lado a otro embistiendo perdido sin saber qué hacer. De repente me fijé que en el suelo había unas grandes gotas de sangre. La nariz del toro emanaba el líquido rojo sin parar. La barbarie continuaba. Cerré los ojos y no pude seguir mirando. ¿Aquello era un fiesta? Cientos de personas regocijándose del sufrimiento de un inocente animal componían una escena que se me antojaba dantesca. Por fin tras casi una hora de horror cesó todo. Yo puede abrir los ojos. ¿Qué sentido tiene una tradición así? ¿Por qué seguir con ella? ¿Qué disfrute puede provocar? No lo comprendo y dudo que jamás lo logre comprender. A veces me cuestiono el hábito sin sentido de continuar haciendo las cosas simplemente porque se han hecho toda la vida. Es una lógica que no alcanza mi razón. Tal vez por eso en este país nos acaba costando tanto avanzar, porque siempre acabamos mirando de reojo nuestro pasado. Lo que ví el sábado era una tortura pura y dura, vestigios de un pasado que lamentablemente no deja de ser presente.
Comentarios
Soy antitaurina. Y soy de las que me alegro cuando por una vez es el torero el embestido. Eso sí tengo un poco de humanidad para con ellos y sin llegar a desear su muerte, no como hacen con los toros. Y que no me vengan los demagogos con que también sacrificamos animales para comerlos, una cosa es la cadena trófica y otra muy distinta ensañarse con un ser vivo por mero entretenimiento. También aplaudo la prohibición de la matanza del cerdo como espectáculo, entre otras actividades de lo más crueles (peleas de gallos, galgos ahorcados por sus amos cazadores, la absurdidad de tirar cabras desde lo alto de un campanario,etc...)
Hay que conservar lo que nos separa de los neardenthales, no las bestialidades como la fiesta taurina.
Salud! (para los animales también)
Juan: Sí, sí, seguro que los neardenthales celebraban festejos similares, si es que no evolucionamos para nada, es lo que yo digo...
Ponte a pensar en ganaderos,apoderados,cuidadores,
intermediarios,mozos de plaza,vendedores ambulantes de souvenirs,por no hablar de los toreros....que viven de los toros.
Es demasiada gente que perderia todo,y no lo van a quitar nunca.
Por cosas como esta es tan triste la vida,Arual.
¿La solucion?-Eliminar los toros poco a poco,dejando de verlos por la tele,dejando de ir a la plaza,dejando de comprar souvenirs,bla,bla,bla...
Y haciendoles publicidad negativa como tu.
Un besito.
De entrada, decir que todas estas fiestas populares que consisten en hacer burradas con animales sólo son divertidas cuando muere algún energúmeno con la garganta atravesada por un pitón y con el culo reventado por la bola de fuego que la ha chuscarrado hasta el píloro. También las prohibiría. Las corridas de toros, no. Aunque no soy un gran aficionado, me gustan, pero no voy a discutir eso.
Mi hermano estudió Agrónomos. Cuando me explico cómo se producen animales para el consumo humano, me pareció de una doble moral acojonante rasgarse las vestiduras por la barbarie popular y estar todos callados por tener a cerdas permanentemente preñadas u ocas con el hígado masacrado para poder decir con el meñique levantado -este foie esta exquisito. Escribí sobre eso el otro día con los chuletones y los chorizos. No sé cual es el límite. No lo sé.
Sett: Si por mi contribución fuera haría siglos que habría abolido esa fiesta, jeje!
El dinero.
Fin.
Cinephilus: Seguro que te has sentido identificado con mis palabras, sé que estos comportamientos primitivos te enervan tanto como a mí, otro beso para ti guapo!
Sett: Jeje!!! Ya somos unos cuantos me temo.