Metida de lleno en la vorágine del trabajo (y eso que de momento sólo estoy trabajando tres horas diarias, no me hernio no) y parece que nunca me fui de la empresa por casi seis meses. Resulta curioso lo cotidiano que se vuelve todo enseguida, curioso. En cualquier caso lo que no es nada cotidiano es volver a casa y ser recibida por la mejor sonrisa del mundo que se acompaña por el par de ojos más lindos de la faz de la tierra, eso sí que no tiene precio, para todo lo demás Mastercard. Y cotidiano sí es por otro lado el hecho de que ante la flagrante crisis económica que nos envuelve y tan sólo por el mero hecho de ser economista todo el mundo me confiese sus intimidades monetarias con el fin de pedirme consejo, me siento como un cura ante el anuncio del fin del mundo, todos quieren expiar sus pecados. Yo que oigo a tantos y tantos (entendidos algunos, profanos muchos otros) hablar y hablar de la crisis me siento totalmente confundida ante las preguntas de muchos amigos, compañeros o simples conocidos. Y es que mucho se habla pero ni los más expertos en la materia se mojan haciendo predicciones, y ahí es donde yo, que adoro la economía, pero que a veces me deja perpleja, me doy cuenta de lo gañanes que somos los que nos dedicamos a esto. Porque en economía no hay leyes exactas, porque sabemos que si se bajan los tipos de interés, podemos tener un efecto positivo en la concesión de créditos, y esto puede activar la inversión, y ésta última el empleo, pero y si al bajar los tipos de interés el BCE, como ocurrió en la fatídica semana negra bursátil que vivimos a principios de octubre, el tipo de interés de referencia más popular, el que guía el mercado interbancario, el famoso Euribor sigue subiendo, ¿qué pasa ahí? Pues que nos quedamos todos con cara de tontos y nos damos cuenta de que esto no es un problema de física de 2º de bachillerato, que no hay una causa efecto clara, que la economía, y más la economía global que rige nuestros tiempos, está sometida a tantos factores, a tantas variables, que todo puede suceder, y que con todo, nos asusta, nos asusta mucho. Por eso mi mejor consejo suele ser uno, prudencia, siempre prudencia, mucha prudencia.
Voy falta de sueño, bueno de sueño y de muchas otras cosas, y puede que eso nuble mi entendimiento, como la solteras nublan el entendimiento de Carlos Baute y lo dejan colgado no precisamente en sus manos cada tarde en esa cosa que se parece a un programa pero que la verdad no acabo de entender muy bien que es y que se llama ELÍGEME. ¿Pero Carlos Baute no prefería a los estibadores portuarios? Siempre lo había creído así pero viendo como desnuda con la mirada a las mocetonas que entran en su plató tengo una duda más que considerable al respecto. En fin a lo que íbamos que tengo la cabeza un poquito atolondrada (ufff esta palabra que acabo de usar era la favorita de la Hermana María, mi profe de mates de 8º EGB, así de repente me ha venido un flash de su imagen a la cabeza, no os digo que no estoy fina...) y puede que eso haga que ande un poco monotemática, pero tenéis que perdonarme, I'm happy, so happy, y no se me puede aguantar, I know. Y es que esta noche... VAMOS A QUEMAR MESTA...
Comentarios
Un besito guapa...
Yo lo único que saco en claro de la crisis es que ya no sé nada de economía. Nunca supe, pero cada vez sé menos... ¿Se puede saber menos que nada...?
En fin, olvídate de la burbuja económica, acuesta a Ojazos-Newman en su cuna, y pon La Sexta que juega el Barça, el mejor remedio anticrisis.