Estamos en la mejor época del año para ir al cine, esto es así desde que yo tengo memoria cinéfila. Cuando no tenía hijos, y por tanto tenía tiempo libre y dinero disponible para ocio, en estos meses no daba abasto a ver todo lo que había en la cartelera de cara a llegar la noche de los Oscar al menos con un buen porcentaje de las películas nominadas vistas. Era estresante pero muy divertido. Así luego podía hacer quinielas y fallarlas de pleno. Pero disfrutaba con ello.
Ahora como digo mis circunstancias personales me impiden algo tan simple como ver una película en una sala de cine al año, con palomitas y todo el protocolo, que no sea de animación infantil, y últimamente ni eso, porque el petardillo de mi hijo si no va con su grupo de amigos se ha estado negando a ir al cine. Y en casa no veo casi películas porque es rozar el sofá durante más de 45 minutos, que es el metraje de un capítulo de serie, y caer dormida, fulminantemente, tal y como lo cuento. Y como una es tozuda, como buena mañica, y ya se ha buscado la vida para cultivar a su retoño su amor por el séptimo arte desde el sofá de casa culturizándole con todos mis referentes ochenteros de cine juvenil e infantil (vease el ejemplo de Los Goonies, Los Gremlins, la trilogía completa de Regreso al Futuro y otros títulos similares), no podía cruzarme de brazos y me he propuesto fomentar también su amor por la cultura cinematográfica desde la sala de cine, como a mí me la inculcó mi buen padre, cosa que le agradeceré hasta la eternidad.
Y para eso ayer tarde, con el tiempo de perros que hacía, frío, lluvia y viento, mi nene y yo desafiando a la gripe, los resfriados y todos los virus habidos y por haber, nos fuimos al cine a ver, tachannnn, Lego The Movie.
Vale, vale, no os pongáis sibaritas, ya sé que no es el sumum de la prosa cinematográfica, soy consciente, pero por algún lado he de empezar para que mi niño aprecie el séptimo arte. Y una película que narra las hazañas para salvar el mundo de un muñequito muy similar a los que él adora, sí él es más de Playmobil que de Lego, pero salvando las distancias, las similitudes son muchas, creo que es una buena manera de empezar.
Qué digo creo, lo reafirmo, porque a mi hijo le entusiasmó muchísimo la película y yo me emocioné al verle tan feliz. Hasta disfruté como una enana viéndola, quien me ha visto y quien me ve. Ah! No me pidáis un análisis crítico y objetivamente racional de la película. No estoy capacitada. Y es que me siento como Brody en Homeland, que ha pasado mil años prisionero en Irak hecho unas trizas y le cuesta hasta algo tan sano y maravilloso como ducharse a la vuelta o echarle un polvo a la parienta. Digamos falta de costumbre. Pues eso que con la vuelta al blog a ver si consigo recuperar alguna vieja y buena costumbre.
Ahora como digo mis circunstancias personales me impiden algo tan simple como ver una película en una sala de cine al año, con palomitas y todo el protocolo, que no sea de animación infantil, y últimamente ni eso, porque el petardillo de mi hijo si no va con su grupo de amigos se ha estado negando a ir al cine. Y en casa no veo casi películas porque es rozar el sofá durante más de 45 minutos, que es el metraje de un capítulo de serie, y caer dormida, fulminantemente, tal y como lo cuento. Y como una es tozuda, como buena mañica, y ya se ha buscado la vida para cultivar a su retoño su amor por el séptimo arte desde el sofá de casa culturizándole con todos mis referentes ochenteros de cine juvenil e infantil (vease el ejemplo de Los Goonies, Los Gremlins, la trilogía completa de Regreso al Futuro y otros títulos similares), no podía cruzarme de brazos y me he propuesto fomentar también su amor por la cultura cinematográfica desde la sala de cine, como a mí me la inculcó mi buen padre, cosa que le agradeceré hasta la eternidad.
Y para eso ayer tarde, con el tiempo de perros que hacía, frío, lluvia y viento, mi nene y yo desafiando a la gripe, los resfriados y todos los virus habidos y por haber, nos fuimos al cine a ver, tachannnn, Lego The Movie.
Vale, vale, no os pongáis sibaritas, ya sé que no es el sumum de la prosa cinematográfica, soy consciente, pero por algún lado he de empezar para que mi niño aprecie el séptimo arte. Y una película que narra las hazañas para salvar el mundo de un muñequito muy similar a los que él adora, sí él es más de Playmobil que de Lego, pero salvando las distancias, las similitudes son muchas, creo que es una buena manera de empezar.
Qué digo creo, lo reafirmo, porque a mi hijo le entusiasmó muchísimo la película y yo me emocioné al verle tan feliz. Hasta disfruté como una enana viéndola, quien me ha visto y quien me ve. Ah! No me pidáis un análisis crítico y objetivamente racional de la película. No estoy capacitada. Y es que me siento como Brody en Homeland, que ha pasado mil años prisionero en Irak hecho unas trizas y le cuesta hasta algo tan sano y maravilloso como ducharse a la vuelta o echarle un polvo a la parienta. Digamos falta de costumbre. Pues eso que con la vuelta al blog a ver si consigo recuperar alguna vieja y buena costumbre.
Comentarios
Aunque no hable precisamente quien más lo pueda hacer, en este caso, y sí más que callar... jeje, cosa que pasa siempre, pero yo, conste que no escribo por falta de tiempo o descanso, lo mío es perrería pura y dura (y eso que tengo por ahí algo en bandeja de salida... pero no llego a publicarlo). Así que aplaudo doblemente tu vuelta.
Tengo ganas de ver la de lego, lo que no se si será desde el cine de casa. En cuanto a lo de las palomitas... que se queden en casa también, por peli infantil que sea. ;)