Esta semana llegó la primavera y con ella regresan dos de mis series de cabecera, en AMC Mad Men, y en HBO, Game of Thrones. Ya desde hace un tiempo vivo sin vivir en mí cuando regresan ambas series porque soy fan, muy fan de ambas.
Este año además es especial porque estas dos series eran las favoritas de mi padre, el año pasado al fallecer en junio no las acabó de ver y ahora sólo espero que allá donde esté las pueda disfrutar.
Me emociono al pensar que veré cada capítulo pensando en él, será inevitable, porque cada semana los comentábamos juntos y ahora ya no podré seguir ese ritual. De hecho el año pasado lloré viendo el fabuloso capítulo de la batalla del Aguasnegras de Game of Thrones pensando en lo bien que se lo habría pasado él con un espectáculo así. Y también lloré viendo la finale de la quinta temporada de Mad Men porque sabía que él cada año lamentaba que la serie tuviera tan pocos capítulos, se le hacía corta, como a mí.
Ahora cada vez que empiezo a ver una serie nueva me pregunto si la adoraría como adoraba estas dos, o si la denostaría como denostaba The Walking Dead o Lost por ejemplo.
Estoy segura de que The Newsroom le habría gustado, pero también intuyo que no se engancharía a The Following. Mi padre tenía sus criterios personales y aunque ya no está conmigo los tengo muy presentes y siempre me gusta imaginar qué conversación tendríamos los dos al respecto de cualquier novedad televisiva y más aún cinéfila, que era su verdadera gran pasión.
El me inculcó esa pasión y también la pasión por la literatura, y ambas pasiones las extrapolé a las series también. Soy como soy por él, no lo dudo y me siento afortunada por haber tenido un padre así. Tenía sus más y sus menos como todos los padres, pero en mí dejó una huella imborrable que no desaparecerá nunca.
Solo espero poder transmitir a mis hijos parte de esa pasión, al menos lo intentaré.
Este año además es especial porque estas dos series eran las favoritas de mi padre, el año pasado al fallecer en junio no las acabó de ver y ahora sólo espero que allá donde esté las pueda disfrutar.
Me emociono al pensar que veré cada capítulo pensando en él, será inevitable, porque cada semana los comentábamos juntos y ahora ya no podré seguir ese ritual. De hecho el año pasado lloré viendo el fabuloso capítulo de la batalla del Aguasnegras de Game of Thrones pensando en lo bien que se lo habría pasado él con un espectáculo así. Y también lloré viendo la finale de la quinta temporada de Mad Men porque sabía que él cada año lamentaba que la serie tuviera tan pocos capítulos, se le hacía corta, como a mí.
Ahora cada vez que empiezo a ver una serie nueva me pregunto si la adoraría como adoraba estas dos, o si la denostaría como denostaba The Walking Dead o Lost por ejemplo.
Estoy segura de que The Newsroom le habría gustado, pero también intuyo que no se engancharía a The Following. Mi padre tenía sus criterios personales y aunque ya no está conmigo los tengo muy presentes y siempre me gusta imaginar qué conversación tendríamos los dos al respecto de cualquier novedad televisiva y más aún cinéfila, que era su verdadera gran pasión.
El me inculcó esa pasión y también la pasión por la literatura, y ambas pasiones las extrapolé a las series también. Soy como soy por él, no lo dudo y me siento afortunada por haber tenido un padre así. Tenía sus más y sus menos como todos los padres, pero en mí dejó una huella imborrable que no desaparecerá nunca.
Solo espero poder transmitir a mis hijos parte de esa pasión, al menos lo intentaré.
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