Tener un hijo es una aventura constante, y tenerlo de dos años recién cumplidos más, y es una aventura muy contradictoria, ya no sólo porque no sabes cada día al levantarte qué parte de tu casa o de tus objetos preciados destrozará, sino que después sabes que tras la rabia contenida y la consabida regañina te lo comerás a besos. Porque lo quieres con locura y se lo perdonas todo. Mi reloj de mano pereció bajó sus garras, también lo hizo un bonito tres en raya de madera que decoraba en solitario el mueble más bajo del salón (inocente de mí pensaba que la madera era irrompible, craso error), ahora el mueble se decora a él mismo, ningún otro objeto accede a ocupar el lugar del malogrado juego de mesa. No les culpo, les comprendo más bien. Mi flamante Macbook anda escondido en un lugar recóndito del hogar, como si de la resistencia francesa se tratase en plena II Guerra Mundial con el acoso nazi en constante persecución. Ahora a esta emoción le añadimos la famosa "OP", siglas de ...
El mundo visto con humor, amor y mucha tolerancia.