Hay momentos del año especiales, momentos que se repiten una y otra vez, con una periodicidad más o menos constante, y que una siempre los espera con más ilusión que menos. Ejemplos los hay a patadas: mi cumpleaños, que aunque indica que irremediablemente me hago vieja, este año ya caen 33, uffff, sigue haciéndome ilusión; el estreno de la peli de turno de mi adorado Woody Allen cada otoño, aunque éste 2008 y como excepción no pude acudir a ver su mirada barcelonesa de las Vickys y las Cristinas, y de hecho aún ahora y tras haber ganado Pe su Oscar tengo pendiente el visionado; etc. etc. Pero hoy quiero hablaros de uno en concreto, mi primer paseo junto al mar de la temporada. Vivo a un tiro de piedra de la playa (no más de 20 km) y la verdad es que podría hacer ese paseo cada domingo si me lo propusiera, pero la verdad es que en invierno (y eso que me parece preciosa en esa época del año) no tengo costumbre de ir a caminar por allí, suelo quedarme en mi ciudad y pasear por el parque que tengo enfrente de casa o por el centro. Así que ese momento concreto del primer paseo de la temporada lo reservo para cuando llega el buen tiempo, y más concretamente para el primer domingo con sol después del largo, lluvioso, ventoso y frío invierno que hemos sufrido este año. Ese momento en esta ocasión fue ayer. Era un domingo maravilloso y soleado y ésta vez lo disfruté como ya lo hice el verano pasado con mi niño. Ahora ya espero ansiosa nuestro primer día de playa. Con lo bien que nos lo pasamos cada sábado en la piscina ya imagino que nuestra primera jornada playera será también muy especial. El año pasado con mi maternidad tan reciente no pude ni darme un mísero bañito y por eso imagino me hace tanta ilusión que llegue el buen tiempo ya. Palabrita que os lo contaré.
Te hablo de unas coordenadas. Te hablo de un punto en el mundo. En la tierra. Un punto de inflexión en mi vida. En tu vida. En la nuestra. Y un día de abril por la tarde dimos el paso. Ahora ya no hay marcha atrás. Hace 12 años que mi corazón late más fuerte de lo normal. A veces lo hace a un ritmo pausado pero cuando te siento mi pulso se acelera y ya no hay marcha atrás. No había sido mujer de flirteos jamás. De hecho creo que no sé flirtear. Y me ha desconcertado siempre que alguien intente flirtear conmigo. Pero recuerdo cuando tú empezaste a hacerlo conmigo tan directamente, en aquel entorno virtual que ahora me parece lejano y confuso. Tocaste mi fibra sensible hablándome de lo que sabes que me apasiona, el cine. Y quise huir. Me resistí. Sabía que no estaba bien. Pero qué es lo bueno y lo malo? Cómo puede ser malo algo que te hace sentir feliz? La distancia fue una bendición para salvar el peligro que suponía sentirme tan atraída por ti. Una vez nos acercamos...
Comentarios
Besitos dulces para la mamá más estupenda de la blogosfera. Mua!