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27 de agosto.

Ayer era una fecha que tenía en mente desde hace un tiempo y que me ponía nerviosa sólo con pensar en su llegada inminente. Por un lado era el lunes en el que iniciaría la cuenta atrás de mis vacaciones, sí porque la semana que viene vuelvo al tajo y por otro lado era el día de mi ecografía de las 20 semanas. Llevaba dos semanas muy relajada y feliz, primero disfrutando de las fiestas del pueblo y después con nuestra escapada al Pirineo, escapada que me fue de perlas para sobrellevar mejor la fastidiosa ola de calor, y que concluí este fin de semana con una fiesta playera con amigos, pero ya el domingo noche empecé a estar intranquila de nuevo. Con el embarazo de mi peque recuerdo que me puse muy nerviosa para esa eco concreta porque desde hacía tiempo tenía entendido que era la más importante de todas las que me iban a hacer. Tanto fue así que recuerdo como si fuera ahora mismo los nervios que pasé, antes y durante, los largos silencios de mi ginecóloga, mi respiración acelerada, mis suspiros, y el alivio que sentí al escuchar que todo andaba bien. De esa ecografía han pasado más de cuatro años y en este nuevo embarazo, ya con 36 añitos cumplidos, los miedos se habían multiplicado por mil. En junio me hice la ecografía de las 12 semana y los análisis que juntos conformaban la famosa prueba del triple screening. Ya entonces lo pasé muy mal, además estaba recientísima la pérdida de mi padre y los nervios y las emociones estaban muy a flor de piel. Los resultados fueron correctos pero aún así no podía quitarme esa sensación de pánico ante el embarazo y sus complicaciones. Ahora con la eco 20 venía otra prueba de fuego, también sería el día en que sabríamos el sexo del bebé, aún no se había visto, pero eso era lo de menos, que todo andará bien era lo único que me preocupaba. Tardó bastante en llegar la ginecóloga y suerte que era la primera de la lista porque sino me da un patatús ya que me atendió casi 30 min después de la hora prevista. Relajé los nervios charlando fuera con mi marido y otra mama expectante y preocupada como yo. Por fin me llamaron y me tumbé. La ginecóloga notó mis nervios y la verdad es que fue muy amable porque me tranquilizó explicándome todo con detalle. A media ecografía entró mi ginecóloga habitual, que no se quedó porque me explicó que salía de una guardia pero quería comprobar que todo fuese bien. Las dos me lo confirmaron. La prueba continuó y el resultado salió bien. Nos preguntaron si queríamos saber el sexo y al responder que sí nos dijeron que íbamos a tener otro niño. Yo en ese momento estuve a punto de llorar pero me contuve, supongo que era por los nervios y la emoción contenida, porque sabía que las cosas de momento pintaban bien y porque a mi niño le hace especial ilusión tener otro nene como él para jugar, pero al salir fuera al pasillo ya no me aguanté más y os juró que empecé a llorar sin remedio. Mi socio el pobre me miraba alucinado y diciéndome pero si está todo bien por qué estás así, y yo le dije simplemente: "Es pura emoción cielo". La verdad es que soy un cocktail de hormonas y emociones andante en estos momentos y a veces me desconcierto yo misma con mis propias reacciones. Pero esto es otro asunto y tocará hablar de ello en otro momento.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
ME alegro muchisimo que todo esté bien, que venga otro peque porque tu nene tendrá con quién jugar y que se pasaran los nervios. Llorar es bueno, te deja mejor.
Besos preciosa
Carmen ha dicho que…
Me alegro guapa. Te lo mereces. Un besazo.
Juan Rodríguez Millán ha dicho que…
¡Felicidades, me alegro un montón! Hace cosa de un mes fui al hospital a ver a una pareja de amigos que acababa de tener su segundo niño, los dos chicos. Ya te queda poco para que tú veas esa escena en primer persona...

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