Varios días he tardado en procesar el final de Mad Men. El 17 de mayo de 2015 pasará a la historia como el día que por fin echó la persiana LA SERIE. Porque han habido, hay y habrán muchas otras series especiales y fantásticas con las que vibrar y disfrutar pero el universo que ha creado Weiner ha sido esencial para mí. Ya lo comenté en un post anterior. El final además ha sido feliz. Al contrario que otros finales míticos de otras series ya de culto como Breaking Bad o Six Feet Under. Y ha sido feliz porque nuestro antihéroe, nuestro chico malo, Don Draper se ha encontrado a sí mismo, tras un viaje por la América Profunda y una aterrizaje forzoso en una comuna hippie un tanto particular en California, y se ha reinventado. Cuando todo parecía indicar que la caída iba en picado y el batacazo sería tremendo. Cuando leíamos entre líneas en la ya inolvidable intro de la serie, un descenso hacia el infierno, el protagonista en los últimos minutos del último capítulo de emisión alza el vu...
El mundo visto con humor, amor y mucha tolerancia.