Alguien tropieza en la calle, y otro esquiva un choque en el último segundo en la carretera, al tiempo que un hombre sereno se desploma ante la muerte de su padre, y un hombre fuerte se derrite en lloros ante la llegada al mundo de su primer hijo. Al mismo tiempo una mujer teclea con fuerza un informe que debe entregar con urgencia a su superior en veinte minutos y otra acaricia suavemente su piel recién depilada con crema hidratante mirando por la ventana a los niños a la hora que salen del colegio. Al tiempo que un anciano recoge torpemente su bastón del suelo y suspira al levantare y sentir que aún es capaz de hacerlo sólo y otro anciano, agazapado en su butaca, espera con ansía la visita que nunca llega de sus nietos y sus hijos con una lágrima traviesa recorriendo su mejilla. Así suceden las cosas, simultáneamente, los acontecimientos de nuestras vidas se solapan, uno a otro, dando paso a nuestros recuerdos y vivencias, construyendo nuestras historias, mientras la tierra gira y el mundo sigue su curso.
Juan prometió ante el altar su amor eterno a María al tiempo que a cientos de kilómetros Laura leyó la última página de la novela "Diez negritos" de Agatha Christie. Él estaba seguro de que aquella bella muchacha que, plantada ante él con aquel precioso traje blanco, sonreía ampliamente iba a ser su definitivo amor para toda la vida, al tiempo que la jovencita de quince años pensaba que la escritora británica era y sería siempre la mejor escritora del mundo sin duda alguna. Ambos pensamientos cambiarían con los años y con el tiempo, pero en aquel preciso instante, en aquel segundo concreto, eran tan ciertos y tan válidos, que nadie ni nada podría rebatirlos con ningún argumento.
Pasaron quince años y Juan se asustó la primera vez que notó que estaba sintiendo algo por Laura. Tenía dos hijos maravillosos junto a María, la bellísima mujer con la que se casó y que seguía sonriéndole a su lado del mismo modo que lo hizo por primera vez en aquel altar, pero los pinchazos que le acribillaban el estómago al ver a Laura eran demasiado difíciles de explicar, y lo que era peor, de ocultar. Mientras él ocupaba sus pensamientos en todo aquello, a pocos metros Laura, ajena a las miradas furtivas de Juan, acababa de decidir que Gabriel García Márquez era el mejor escritor de todos los tiempos y que sin duda alguna "Cien años de soledad" eran una buena prueba de ello.
Juan había conocido a Laura tan sólo un mes antes. El día en que ella fue contratada en la que editorial que él trabajaba como traductor. A los pocos días él fue nombrado su tutor, Laura también quería especializarse en traducción dado que dominaba tres idiomas a la perfección, y Juan sería un buen maestro dentro de la compañía. Pero si Juan se quedó electrizado nada más verla entrar por la puerta aquella mañana en la oficina, Laura necesitó su tiempo para enamorarse de Juan.
Fue exactamente tres meses después, una noche en la que ambos debían acabar un trabajo urgente y se quedaron solos hasta muy tarde. Juan no mostró ni un ápice de sus sentimientos a su compañera, al tiempo que Laura no intuyó nada pero aquella noche, agotada y cansada tras una jornada terrible de trabajo duro, cuando levantó la mirada y vió aquel atractivo cuarentón de pelo semicano y serena tez morena, una descarga rápida sacudió su cuerpo y supo en aquel momento que algo había sentido por Juan. Por primera vez se fijó en su anillo de casado y en la foto de su mujer y sus hijos que lucía orgullosa encima de su escritorio. Ni siquiera se había dado cuenta de aquellos detalles hasta ese momento, pero fue en ese instante cuando esos detalles adquirieron verdadera importancia para ella.
Sus vidas transcurrieron paralelas durante mucho tiempo, Juan miraba a Laura siempre de reojo, Laura vigilaba a Juan cuando nadie se daba cuenta, simultáneamente sus convulsos sentimientos iban arraigándose más al fondo de sus corazones, fortaleciéndose a cada minuto, en cada conversación trivial sobre el trabajo, en cada pausa café en la oficina, en cada mail inofensivo enviado sobre la próxima fecha de entrega. Laura no quería una relación con un hombre casado, iba en contra de sus principios. Juan no quería hacer nada que pusiera en peligro la estabilidad familiar. Pero en secreto y en silencio ambos se amaban sin remedio.
Una tarde de verano Laura se sentó en la terraza de su apartamento a tomar el fresco con el portátil en la mano a repasar el correo del trabajo cuando vió un mail de Juan en la bandeja de entrada. Le escribía desde Mallorca donde se había ido a pasar unos días de vacaciones con su familia. Laura leyó con interés aquellas palabras que como siempre de buen seguro tratarían algún asunto laboral pero nada más empezar se dió cuenta de que el tono era distinto:
"Laura,
Te digo en la distancia lo que de cerca no me atrevería jamás a contarte. Te lo escribo porque mi boca no sería capaz de pronunciar estas palabras. Te quiero. Te quiero desde el primer día que te vi. Te quiero sin remedio y sé que tú no sientes lo mismo, ni te imaginas lo que ahora estás leyendo, pero si no te lo cuento, mi mente y mi corazón explotarán. Ahora que ya lo sabes quiero que lo olvides. Prométemelo. Por favor. Un fuerte abrazo,
Juan"
Una sensación indescriptible recorrió su cuerpo y desde aquel instante y durante los siguientes siete días en los que Juan no debía volver a la editorial Laura no supo reaccionar. Pero la noche anterior al día señalado ella se armó de valor y respondió el mail:
" Juan,
No creo que puedas creer lo que ahora me estoy atreviendo a contar. Hace ya un tiempo que mis sentimientos por ti son algo más que de colega de trabajo. Me he ido enamorando poco a poco de ti en secreto y en silencio porque por principios jamás haría nada que pudiera hacer daño a una familia como la tuya. De hecho este mail rompe con esos principios pero si tú has sido sincero conmigo debo serlo yo también. Me gustaría que no sucediera esto que sucede entre nosotros pero dado que ya no hay vuelta atrás, quiero que seas tú quien decidas qué quieres hacer con lo nuestro. Piénsalo, si quieres olvidar, lo haré por ti, te lo prometo.
Un beso,
Laura"
Pero Juan no quiso olvidar y Laura se alegró por ello, y desde ese momento una retaíla interminable de mails se fueron cruzando a través del ciberespacio fomentando un relación secreta que perduraría a través del tiempo. En la oficina discrección absoluta. En sus vidas privadas también. Sólo el teclado del ordenador era testigo de aquella historia que poco a poco iba atrapando con más fuerza a sus dos portagonistas, con la promesa por parte de ambos de que algún día podrían estar realmente juntos.
Pero un buen día la dulce María por accidente leyó uno de los apasionados mails que Juan había escrito a Laura y decidió hablar seriamente con su marido. Aquel fue el último mail que Juan escribió a Laura, aunque nunca dejó de quererla, jamás se atrevió a abandonar a su María. Y es que las quería a las dos, a su modo y a su manera, pero las quería a las dos al mismo tiempo. Y Laura sin enfrentarse a Juan, porque sabía que el juego al que jugaba podía acabar en jaque mate para ella, no volvió a decir nada más sobre el asunto. Poco a poco aceptó la idea de tener que olvidar a Juan, y aunque nunca lo consiguió olvidar del todo, cambiar de editorial y de ciudad en la que vivir, le ayudó a superar mejor el mal trago. Con el tiempo ella tuvo otros amores, pero al mismo tiempo siempre mantuvo un recuerdo muy especial por aquella historia extraña que compartió con Juan.
Juan prometió ante el altar su amor eterno a María al tiempo que a cientos de kilómetros Laura leyó la última página de la novela "Diez negritos" de Agatha Christie. Él estaba seguro de que aquella bella muchacha que, plantada ante él con aquel precioso traje blanco, sonreía ampliamente iba a ser su definitivo amor para toda la vida, al tiempo que la jovencita de quince años pensaba que la escritora británica era y sería siempre la mejor escritora del mundo sin duda alguna. Ambos pensamientos cambiarían con los años y con el tiempo, pero en aquel preciso instante, en aquel segundo concreto, eran tan ciertos y tan válidos, que nadie ni nada podría rebatirlos con ningún argumento.
Pasaron quince años y Juan se asustó la primera vez que notó que estaba sintiendo algo por Laura. Tenía dos hijos maravillosos junto a María, la bellísima mujer con la que se casó y que seguía sonriéndole a su lado del mismo modo que lo hizo por primera vez en aquel altar, pero los pinchazos que le acribillaban el estómago al ver a Laura eran demasiado difíciles de explicar, y lo que era peor, de ocultar. Mientras él ocupaba sus pensamientos en todo aquello, a pocos metros Laura, ajena a las miradas furtivas de Juan, acababa de decidir que Gabriel García Márquez era el mejor escritor de todos los tiempos y que sin duda alguna "Cien años de soledad" eran una buena prueba de ello.
Juan había conocido a Laura tan sólo un mes antes. El día en que ella fue contratada en la que editorial que él trabajaba como traductor. A los pocos días él fue nombrado su tutor, Laura también quería especializarse en traducción dado que dominaba tres idiomas a la perfección, y Juan sería un buen maestro dentro de la compañía. Pero si Juan se quedó electrizado nada más verla entrar por la puerta aquella mañana en la oficina, Laura necesitó su tiempo para enamorarse de Juan.
Fue exactamente tres meses después, una noche en la que ambos debían acabar un trabajo urgente y se quedaron solos hasta muy tarde. Juan no mostró ni un ápice de sus sentimientos a su compañera, al tiempo que Laura no intuyó nada pero aquella noche, agotada y cansada tras una jornada terrible de trabajo duro, cuando levantó la mirada y vió aquel atractivo cuarentón de pelo semicano y serena tez morena, una descarga rápida sacudió su cuerpo y supo en aquel momento que algo había sentido por Juan. Por primera vez se fijó en su anillo de casado y en la foto de su mujer y sus hijos que lucía orgullosa encima de su escritorio. Ni siquiera se había dado cuenta de aquellos detalles hasta ese momento, pero fue en ese instante cuando esos detalles adquirieron verdadera importancia para ella.
Sus vidas transcurrieron paralelas durante mucho tiempo, Juan miraba a Laura siempre de reojo, Laura vigilaba a Juan cuando nadie se daba cuenta, simultáneamente sus convulsos sentimientos iban arraigándose más al fondo de sus corazones, fortaleciéndose a cada minuto, en cada conversación trivial sobre el trabajo, en cada pausa café en la oficina, en cada mail inofensivo enviado sobre la próxima fecha de entrega. Laura no quería una relación con un hombre casado, iba en contra de sus principios. Juan no quería hacer nada que pusiera en peligro la estabilidad familiar. Pero en secreto y en silencio ambos se amaban sin remedio.
Una tarde de verano Laura se sentó en la terraza de su apartamento a tomar el fresco con el portátil en la mano a repasar el correo del trabajo cuando vió un mail de Juan en la bandeja de entrada. Le escribía desde Mallorca donde se había ido a pasar unos días de vacaciones con su familia. Laura leyó con interés aquellas palabras que como siempre de buen seguro tratarían algún asunto laboral pero nada más empezar se dió cuenta de que el tono era distinto:
"Laura,
Te digo en la distancia lo que de cerca no me atrevería jamás a contarte. Te lo escribo porque mi boca no sería capaz de pronunciar estas palabras. Te quiero. Te quiero desde el primer día que te vi. Te quiero sin remedio y sé que tú no sientes lo mismo, ni te imaginas lo que ahora estás leyendo, pero si no te lo cuento, mi mente y mi corazón explotarán. Ahora que ya lo sabes quiero que lo olvides. Prométemelo. Por favor. Un fuerte abrazo,
Juan"
Una sensación indescriptible recorrió su cuerpo y desde aquel instante y durante los siguientes siete días en los que Juan no debía volver a la editorial Laura no supo reaccionar. Pero la noche anterior al día señalado ella se armó de valor y respondió el mail:
" Juan,
No creo que puedas creer lo que ahora me estoy atreviendo a contar. Hace ya un tiempo que mis sentimientos por ti son algo más que de colega de trabajo. Me he ido enamorando poco a poco de ti en secreto y en silencio porque por principios jamás haría nada que pudiera hacer daño a una familia como la tuya. De hecho este mail rompe con esos principios pero si tú has sido sincero conmigo debo serlo yo también. Me gustaría que no sucediera esto que sucede entre nosotros pero dado que ya no hay vuelta atrás, quiero que seas tú quien decidas qué quieres hacer con lo nuestro. Piénsalo, si quieres olvidar, lo haré por ti, te lo prometo.
Un beso,
Laura"
Pero Juan no quiso olvidar y Laura se alegró por ello, y desde ese momento una retaíla interminable de mails se fueron cruzando a través del ciberespacio fomentando un relación secreta que perduraría a través del tiempo. En la oficina discrección absoluta. En sus vidas privadas también. Sólo el teclado del ordenador era testigo de aquella historia que poco a poco iba atrapando con más fuerza a sus dos portagonistas, con la promesa por parte de ambos de que algún día podrían estar realmente juntos.
Pero un buen día la dulce María por accidente leyó uno de los apasionados mails que Juan había escrito a Laura y decidió hablar seriamente con su marido. Aquel fue el último mail que Juan escribió a Laura, aunque nunca dejó de quererla, jamás se atrevió a abandonar a su María. Y es que las quería a las dos, a su modo y a su manera, pero las quería a las dos al mismo tiempo. Y Laura sin enfrentarse a Juan, porque sabía que el juego al que jugaba podía acabar en jaque mate para ella, no volvió a decir nada más sobre el asunto. Poco a poco aceptó la idea de tener que olvidar a Juan, y aunque nunca lo consiguió olvidar del todo, cambiar de editorial y de ciudad en la que vivir, le ayudó a superar mejor el mal trago. Con el tiempo ella tuvo otros amores, pero al mismo tiempo siempre mantuvo un recuerdo muy especial por aquella historia extraña que compartió con Juan.
Comentarios
Que queires que diga si... me he quedado sin palabras.
Es una historia preciosa, y mas real de lo que muchos imaginan.
Muy bueno el papel de María, y si realmente Juan estaba enamorado de las dos, creo que eligió correctamente.
Uff, no me gustaría estar en ese papel, porque lo he vivido muy de cerca y los afectados lo han.. bueno, lo están pasando realmente mal.
Al leerte parece como si conocieses la historia, jjaja.
Besos guapa!!
Juan C.: Bueno sí la historia es triste porque una historia así nunca puede acabar bien para todas las partes, pero yo creo que sí que cada uno de los personajes sacan algo bueno de ella: María se queda con Juan, Juan valora en el momento de decidir más a María y Laura que tampoco pretendió jamás algo más allá se queda con el recuerdo de una historia intensa y especial.
Y bueno, la situación de Juan es una putada, pero como todo no se puede tener hay que elegir, y por un tiempo, le ha venido muy bien jugar a dos bandas, zafio. Me parece zafio, aunque tan propio, a la vez, de la condición humana.
Y la buena y santa de María... Cuantas parejas se mantienen por la transigencia y comprensión de una de las partes de la pareja... Pero claro, eso es el amor, no??
Felicidades, Aru, está muy bien ecrito y es una excelente historia.!
Besitos!!