Mi marido se ha pasado tardes y tardes con mi hijo y su bici desde Navidad intentando inculcarle que pedaleara sin éxito alguno. Él veía a otros niños en el parque de similar edad a la del nuestro pedaleando como locos y se turbaba al ver que nuestro retoño no tenía intención alguna en hacerlo. Yo le decía que no pasaba nada pero él hacía oídos sordos. Tanto era así que el objetivo pedaleo se convirtió para él casi en una obsesión.
Pero la vida es una sorpresa constante y más con niños. Ayer por la tarde salí del trabajo (hago jornada continua y salgo a las 3), llegué a casa y los encontré a los dos padre e hijo en el sofá holgazaneando dado que ya están los dos de vacaciones. Recogí un poco y les propuse ir a la playa un rato ya que la tenemos a escasos 10 minutos y además se habían pasado la mañana en la piscina de casa por lo que variarían de ambiente un poco.
Fuimos al trastero, cogimos los trastos de la playa y observamos asombrados como mi hijo sacaba su bici y se ponía a pedalear tan campante por el parking de nuestro edificio.
El peque nos dijo que quería pillar la bici a la playa y para allá nos fuimos. Nos dimos un bañito, jugamos en la arena, tomamos un poco el sol de la tarde (a partir de las 5 es fantástico) y luego dimos un paseo largo con la bici por la zona habilitada para ello.
El aprendizaje del pedaleo como tantas cosas fluyó naturalmente, sin imposiciones ni atosigamientos, una vez más mi teoría de que no hay prisa para nada se cumple de manera tajante.
Comentarios
Como buena pikler no intervengo en sus avances motrices, pero tengo bien claro cual es el limite, los otros dias pensaba en eso y me decia a mi misma le vamos a tener que ensañar a andar en bici cuando fuera grande....pero hare como vos...gracias por la entrada..quedará grabada para cuando mis mellis tengan esa edad....
me alegro mucho que hayan disfrutado de ese paseo en la playa...
saludos,
lucre
Si es que al final todo llega...