Y es que si París quiso mostrar su lado más cálido en nuestra mañana "montmartrera" de regreso al centro cambió de opinión de repente.
Pero estábamos en la Ciudad de la Luz y nada importaba. No había tiempo que perder y Notre Dame y la Sainte Chapelle iban a ser nuestros próximos destinos. De ambas diré que la segunda me eclipsó con su belleza, más incluso que la primera. En la fotografía no se aprecia bien pero las vidrieras de esta maravillosa capilla te transportan con sólo mirarlas al mismísimo cielo...
Aún con todo no me atrevería a confesarlo en presencia de las maléficas gárgolas que avisté con el zoom de mi cámara.
Un buen rato después el Arco de Triunfo y los Campos Elíseos los vimos a remojo para variar...
Mientras la noche se cernía sobre nosotros. Seguimos paseando, tal vez buscando esa cigüeña que dicen viene de París y que tanto pasa de nosotros. No la encontramos me temo. Aún así las calles, los edificios, los monumentos, todo, parecía aún más bonito con la iluminación nocturna. La magia parisina nos iba atrapando poco a poco.
París se calaba en nuestros huesos como la lluvia misma, y con lluvia también nos amaneció en la siguiente jornada, la última ya en la capital francesa. Caían chuzos de punta y la idea de ver Versalles en aquellas horribles condiciones cada vez aparecía menos atrayente, así que cambiamos la ruta y decidimos pasar el día en la ciudad otra vez. Visitamos pues el Hôtel des Invalides, y ni vi ningún hotel ni tampoco ningún inválido, eso sí vi la tumba de Napoleón que bien podría servir para un elefante, por su tamaño más que nada, y un interesantísimo museo (y eso no es irónico) acerca de las dos Guerras Mundiales. ¿Sabiáis que el montante total de víctimas de la II Guerra Mundial ascendió aproximadamente a 50 millones de personas? ¿Da que pensar eh? Pero al parecer no aprendemos las lecciones los humanos. Allí sin duda tomé una de mis fotos favoritas del viaje.
Al salir seguía lloviendo pero la estampa era tan hermosamente melancólica que no pude evitar fotografíar la imagen con el telón de fondo del Puente de Alejandro III.
Las últimas horas en la capital del Sena las pasamos callejeando simplemente. Buscando rincones o sencillamente encontrándolos de forma inesperada, saboreando la ciudad como aquel que apura el último sorbo de su copa. La estampa final que elijo es sin duda la encantadora Place des Vosges, una auténtica joya enclavada en el corazón del Marais.
Comentarios
has visto las tiendecitas más monas que hay por Les Marais, un vestido te puede salir unos 500 euros. Eso sí, más baratos que en Dior.
Veo que no has ido a Ladurée! mmm bueno, te lo perdono por lo de Harrods.
La Sainte Chapelle es una maravilla, sobre todo si tienes suerte y hace sol, las vidrieras altas, con infinitos colores... es pequeña, pero con un interior espectacular, como las grandes personas, pero Notre Dame se lleva la fama...
Salud! y qué envidia!!
Esperamos seguir viendo fotos de tu viaje. Yo cojo vacaciones este viernes y el martes me voy a retozar por la arena de la costa del sol.
Espectacular el Gamper.
Sett: Que va niño yo de francés npi!
Juan R: Mucho más bonita la Sainte Chapelle palabrita!!
Juan C: Efectivamente la mitad de las bajas fueron soviéticas seguidas en este horrible ranking por los polacos... escalofriante verdad?
Vargtimen: Ahora llega tu hora guapo... jejeje!
Elbe: Se acabó la parte parisina tampoco quería aburriros haciendo esto muy largo ahora toca Londres!
Pi: Bufff pues el hotel tenía presencia pero la habitación era un poco pequeña, no valía la pena hacer ni foto!
Ahora, si me dieran la opción de volver, aunque tuviese que estar todo el día soportando un temporal a la intemperie, no lo dudaría.
Me encanta la pasión y la gracia con la que lo cuentas. Un beso