Lo mejor para ser feliz es ser del Barça. No nos engañemos ser culé últimamente da una paz interior básica e imprescindible para sobrevivir a estos tiempos revueltos que nos han tocado porque el equipo de Guardiola es de las pocas alegrías que ya nos quedan. Yo el sábado me fui a cenar y a ver el clásico con mis amigos, en pandilla. Podríamos decir que la proporción era aproximadamente ésta: 33% culés, 33% merengues y 33% el fútbol me la suda.
Los madridistas estaban eufóricos, seguros de que iban a ganar y con unos nervios totalmente comprensibles, hace tiempo que no rascan bola, entiéndase bola como sinónimo de título, y claro tener al máximo rival en casa y tras una buena racha que les lleva a ser líderes de la liga, la cosa pintaba muy bien para Mou y los suyos. Así que mis amigos merengues jocosos y vivaces ellos poco imaginaban la hecatombe que se avecinaba. El gol a los pocos segundos de partido no hizo más que avivar esa ilusión. Pero ahí estábamos los culés tranquilos y relajados con la sensación de saber que un equipo que lo ha ganado todo y que no para de dar alegrías ya no nos altera lo más mínimo porque aunque hubiéramos perdido tampoco habría pasado nada de nada. Los madridistas reían y decían: la racha se os ha acabado ja ja. Pero nosotros trinchábamos el filete con la parsimonia y el aplomo de aquellos que ya han vivido todo lo posible y todo lo soñado. Y nos dieron las diez, y las once, casi las doce pero no la una, y el partido acabó con otra victoria del Barça aplastante. Dominio de juego y superioridad absoluta. Sí porque el Barça no se achantó ante ese primer gol no, nada más lejos, la bravura salió al campo y ale, otra lección de buen fútbol, elegancia y saber estar. El Real Madrid puede que gane la liga, no digo que no, pero tiene un problema, el Barça. Alguien dijo en Twitter que la historia de Mozart y Salieri se repetía, sabéis quién es quién.
Los madridistas estaban eufóricos, seguros de que iban a ganar y con unos nervios totalmente comprensibles, hace tiempo que no rascan bola, entiéndase bola como sinónimo de título, y claro tener al máximo rival en casa y tras una buena racha que les lleva a ser líderes de la liga, la cosa pintaba muy bien para Mou y los suyos. Así que mis amigos merengues jocosos y vivaces ellos poco imaginaban la hecatombe que se avecinaba. El gol a los pocos segundos de partido no hizo más que avivar esa ilusión. Pero ahí estábamos los culés tranquilos y relajados con la sensación de saber que un equipo que lo ha ganado todo y que no para de dar alegrías ya no nos altera lo más mínimo porque aunque hubiéramos perdido tampoco habría pasado nada de nada. Los madridistas reían y decían: la racha se os ha acabado ja ja. Pero nosotros trinchábamos el filete con la parsimonia y el aplomo de aquellos que ya han vivido todo lo posible y todo lo soñado. Y nos dieron las diez, y las once, casi las doce pero no la una, y el partido acabó con otra victoria del Barça aplastante. Dominio de juego y superioridad absoluta. Sí porque el Barça no se achantó ante ese primer gol no, nada más lejos, la bravura salió al campo y ale, otra lección de buen fútbol, elegancia y saber estar. El Real Madrid puede que gane la liga, no digo que no, pero tiene un problema, el Barça. Alguien dijo en Twitter que la historia de Mozart y Salieri se repetía, sabéis quién es quién.
Comentarios
jajajaja buenísimo!!! Voy regalarle a Mou para Navidad el libro de "La buena suerte" para que sepa diferenciar entre suerte y buena suerte ;)