Bueno, bueno, bueno, tras una semanita laboral corta pero intensa, suelen ser así en mi empresa estos días de diciembre, con la llegada del fin de año, los cierres presupuestarios, y los planes operativos por acabar del año que va a entrar, Aru necesitaba liberar tensiones de algún modo. Como mi líbido con el embarazo está más baja que la modestia de Hugo Chavez, le propuse a mi marido ir al cine anoche a ver REC.
Le dije que me habían recomendado verla, que no era la típica peli de terror en la que te sabes los giros antes de que lleguen y que sí daba miedo de verdad. Mi chico que es tan fan o más que yo de este género no se lo pensó dos veces. Y nos plantamos en el multicines con voz resuelta a pedir esas dos entradas para la Sala 2. Compramos un botellín de agua y un par de chocolatinas y nos sentamos en la butaca. La sala estaba medio vacia y sólo había varios grupos de jóvenes con ganas de sangre, hígados y gritos.
Y la peli empezó a la hora exacta sin demasiados preludios. Los movimientos imprecisos y sueltos del cámara de televisión enfocando a la joven periodista en el parque de bomberos nos pusieron en seguida en materia. Aquello iba a ser movidito, qué duda cabía. Y como si de un reportaje de "Callejeros" se tratara nos fuimos concentrando en la vida del colectivo sexy por excelencia con absoluta normalidad. Pero de repente sonó la sirena y desde ese momento hasta el minuto 90 de film Aru se clavó en la butaca y no volvió a menearse. Ni qué decir que no entraré en detalles, pero la película se sale, el miedo que transmite es tan real que hasta la oscuridad de la sala de cine te da respeto. Y no sólo eso, como ya vimos en la genia THE HOST, hay denuncia y crítica social, hay golpes de humor muy certeros, que te alivian en los momentos más intensos del film y tiene un final explícito que sólo peca de una cosa, que es predecible, pero y qué, ni eso importa, la verdad.
Ahora comprendo su buena acogida en el Festival de Sitges de este año. REC vale la pena y mucho. Ya tenía ganas yo de disfrutar con una película de terror y soltar adrenalina así en la sala de cine.
Le dije que me habían recomendado verla, que no era la típica peli de terror en la que te sabes los giros antes de que lleguen y que sí daba miedo de verdad. Mi chico que es tan fan o más que yo de este género no se lo pensó dos veces. Y nos plantamos en el multicines con voz resuelta a pedir esas dos entradas para la Sala 2. Compramos un botellín de agua y un par de chocolatinas y nos sentamos en la butaca. La sala estaba medio vacia y sólo había varios grupos de jóvenes con ganas de sangre, hígados y gritos.
Y la peli empezó a la hora exacta sin demasiados preludios. Los movimientos imprecisos y sueltos del cámara de televisión enfocando a la joven periodista en el parque de bomberos nos pusieron en seguida en materia. Aquello iba a ser movidito, qué duda cabía. Y como si de un reportaje de "Callejeros" se tratara nos fuimos concentrando en la vida del colectivo sexy por excelencia con absoluta normalidad. Pero de repente sonó la sirena y desde ese momento hasta el minuto 90 de film Aru se clavó en la butaca y no volvió a menearse. Ni qué decir que no entraré en detalles, pero la película se sale, el miedo que transmite es tan real que hasta la oscuridad de la sala de cine te da respeto. Y no sólo eso, como ya vimos en la genia THE HOST, hay denuncia y crítica social, hay golpes de humor muy certeros, que te alivian en los momentos más intensos del film y tiene un final explícito que sólo peca de una cosa, que es predecible, pero y qué, ni eso importa, la verdad.
Ahora comprendo su buena acogida en el Festival de Sitges de este año. REC vale la pena y mucho. Ya tenía ganas yo de disfrutar con una película de terror y soltar adrenalina así en la sala de cine.
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