Yo desde que cumplí los 33, y de eso ya hace seis meses, estoy fatal, mira que cayeron los 30 y como si nada, una maravilla. Pero desde que pasé la barrera que Cristo no superó, muy mal. Arrugas no tengo aún, pero ya noto como están en camino, como los Reyes Magos cuando van hacia el portal de Belén, y las cremas antiedad me guiñan el ojito cuando paso ante ellas en los estantes de Julia. Los resfriados me duran más y los llevo peor, aunque puede que algo tenga que ver el diferencial de temperaturas que mis compañeras de trabajo me obligan a soportar estos días, 35º en la oficina, 0º fuera. Levantar a mi hijo en brazos me cuesta un riñón, bueno en eso igual tiene que ver que el mocetón ya pesa 13,5 kg y subiendo, pero vaya que me cuesta. Y bueno un sinfin más de cosas que me pasan y que mejor no os cuento porque os aburro fijo. Pero el otro día algo me hizo pensar que no debo estar tan mal como creía. Una compañera de trabajo, 3 añitos mayor que yo, me contó que había medio-ligoteado-e