Yo siempre saqué buenas notas, pero para ello me tenía que dar unas panzadas de estudiar que no veáis, la constancia siempre ha sido una de mis virtudes, tal vez la básica, porque por lo demás era bastante "dura de mollera" y tenía que machacar con insistencia las asignaturas para superarlas holgadamente.
Mientras estuve en el colegio y más tarde en el bachillerato me fui defendiendo bien. En cuanto empecé en la universidad la cosa se complicó. Pero constante y tozuda como era no iba a dejar yo que aquello acabase conmigo, ni de coña. Así que en algunas asignaturas más complejas tuve que recurrir a las clases de refuerzo que se impartían en la academia Gem.
De aquel lúgubre lugar sólo recuerdo tres aspectos: sus escaleras tétricas de caserón del siglo XIX, su localización en la zaragozana plaza de San Francisco y su profesor (si había más se me han borrado por completo del disco duro). Debía rondar los sesenta y se fumaba un paquete de Habanos en cada clase (las clases duraban 1 hora). El tío era un cerebro, el tabaco no le había perjudicado un ápice sus neuronas, e igual impartía costes, que estadística, que matemáticas, que econometría, lo que fuera, lo que le echasen. Su mano derecha se movía a una velocidad trepidante con la tiza por la pizarra, su izquierda le daba el mismo garbo al cigarrillo que sostenía. No callaba ni un nanosegundo, sus clases eran intensas, muy intensas, pero absolutamente clarificadoras. Llegaba de la facultad no entendiendo un pijo, escuchaba sus explicaciones y de repente la luz venía a mí, era mágico. Jamás pude comprender aquel misterioso proceso al que nos sometía a todos los asistentes a sus clases en aquellos sesenta minutos. Los resultados eran fantásticos. No sacaba buenas notas, sacaba notazas. Era feliz. Y siempre podía celebrarlo con una buena porción de pizza en la contigua Pizza Queen con mi amiga M. ¿Seguirá existiendo aquella pizzería? ¿Habrá fulminado un cáncer a mi extraordinario profesor?
Mientras estuve en el colegio y más tarde en el bachillerato me fui defendiendo bien. En cuanto empecé en la universidad la cosa se complicó. Pero constante y tozuda como era no iba a dejar yo que aquello acabase conmigo, ni de coña. Así que en algunas asignaturas más complejas tuve que recurrir a las clases de refuerzo que se impartían en la academia Gem.
De aquel lúgubre lugar sólo recuerdo tres aspectos: sus escaleras tétricas de caserón del siglo XIX, su localización en la zaragozana plaza de San Francisco y su profesor (si había más se me han borrado por completo del disco duro). Debía rondar los sesenta y se fumaba un paquete de Habanos en cada clase (las clases duraban 1 hora). El tío era un cerebro, el tabaco no le había perjudicado un ápice sus neuronas, e igual impartía costes, que estadística, que matemáticas, que econometría, lo que fuera, lo que le echasen. Su mano derecha se movía a una velocidad trepidante con la tiza por la pizarra, su izquierda le daba el mismo garbo al cigarrillo que sostenía. No callaba ni un nanosegundo, sus clases eran intensas, muy intensas, pero absolutamente clarificadoras. Llegaba de la facultad no entendiendo un pijo, escuchaba sus explicaciones y de repente la luz venía a mí, era mágico. Jamás pude comprender aquel misterioso proceso al que nos sometía a todos los asistentes a sus clases en aquellos sesenta minutos. Los resultados eran fantásticos. No sacaba buenas notas, sacaba notazas. Era feliz. Y siempre podía celebrarlo con una buena porción de pizza en la contigua Pizza Queen con mi amiga M. ¿Seguirá existiendo aquella pizzería? ¿Habrá fulminado un cáncer a mi extraordinario profesor?
Comentarios
Salud!
Un besote,cuki
besotes
Salvo en mentes privilegiadas como la de tu profesor.
Suscribo el comentario de Zar, bueno, la primera parte: Los tíos que fuman más de tres paquetes diarios nunca mueren de cáncer de pulmón. Mueren de agotamiento por tener que oir constantemente que van a morir a causa del tabaquismo. :P
Lo que yo no entiendo es como ese profesor no estaba en la universidad directamente, claro que, de ineptos se requiere para generar trabajo... Y yo me pregunto: ¿Los mismos profesores de la universidad te los podrías encontrar en academias privadas en las que sí entenderías a la primera sus retorcidas explicacioes en el aula frente a 100 alumnos?
Anónimo: Hola otra vez, espero que tengas toda la razón, lo espero de verdad...
Juan: Yo dí clases cuando estaba en bachillerato pero a niños de EGB aún no habían probado un cigarrillo... creo vaya.
Vargt: Cierro los ojos y te imagino con traje chaqueta de lino blanco impoluto y gafas de sol haciendo negocios de lo más turbios con los apuntes de tu facultad, te veo, te veo...
Sett: Sabes, aún tengo contacto con mi profesora de 1º a 5º EGB es la mejor amiga de la suegra de mi mejor amiga, un embrollo, y cuando nos vemos de tanto en tanto se me iluminan los ojos, le tengo un aprecio especial, ya te digo.
Mari: Es que es bonito recordar...
Zar: Es lo bueno de fumar más de tres paquetes al día de cigarrillos aunque tal como están las cosas últimamente lo difícil es el dónde, jeje!
Hoichi: Pues sí lo tuyo son las letras definitivamente, estamos de acuerdo en eso.
Pi corazón no te me estreses con el tema que te veo embalada, a ver comprende la mente inocente de una no fumadora que flipaba con la cantidad de tabaco que aquel buen hombre era capaz de aspirar por minuto, comprende también a la mente inocente de una estudiante de económicas que creía que jamás entendería la econometría y la entendió gracias a aquel profesor, ¿me comprendes? Espero que sí me vayas comprendiendo.
Ah! Y que conste que he fumado, lo he probado claro está, pero jamás le he pillado el gusto al tema, de verdad, y lo digo con una sinceridad absoluta. A mí dame una llesca de pa amb tomàquet i pernil salat y que se quite todo lo demás... simple que es una...