Recuerdo la sensación claramente, la sentí al memorizar los verbos irregulares ingleses y también la interminable tabla períodica de los elementos químicos cuando cursaba EGB, para las nobles juventudes que leen esto la antigua Educación General Básica. La información se arreplegaba tumultuosa en mi cerebro y éste emitía chispas invisibles y pequeñas que me provocoban un profundo dolor de cabeza, después algo se ponía en marcha de repente y plas todos los nombres y los datos quedaban insertados en mi cabeza para siempre, inamovilbes como mi suegra delante de la tele a la hora de la telenovela. Los extraños nombres del catálogo de IKEA, Jarpen, Hemnes, Lillesand, Leksvik, etc. etc. quedaron grabados a fuego en mi interior y me sentí preparada para entrar a matar, en un sentido figurado, claro está. Pero lo que no recordaba ya -el hombre, en este caso la mujer, es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, torpes que somos que le vamos a hacer- era lo horrible que podía
El mundo visto con humor, amor y mucha tolerancia.